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La verdad sospechosa

La verdad sospechosa

La verdad sospechosa
Triques

Las declaraciones cobran importancia, incluso hacen historia cuando su contenido es sobresaliente. Ahora, lo importante radica en la persona en que hace una declaración pública, así diga algo completamente intrascendente.

Los espacios informativos están dedicados a la raigambre ideológica de quienes se expresan. Lo sustancial del contenido del discurso pasa a segundo grado, lo importante es el personaje que pronuncia esa declaración que termina por ser combativa, descalificadora e infructuosamente crítica a la administración pública actual.

Los espacios de los medios convencionales están abiertos a personas específicas, con ideas políticas definidas, con preferencias partidistas ubicadas perfectamente, pero, sobre todo dan espacios a quienes suspiran por el pasado. Porque no sólo cuestionan el presente sino que colocan en su argumento una nostalgia que el recuerdo de los regímenes pasados que no pueden esconder.

Los espacios en los medios están destinados a la consigna y no a la información. No importa quién lo diga, basta con arremeter contra la democracia para que tenga un espacio reservado en las primeras planas.

Anteriormente los espacios destacados en los medios pertenecían, por derecho naturales a los primeros mandatarios de los países. En el interior del país, a los gobernadores, el resto de los funcionarios públicos eran comparsa, prácticamente no existían. Ahora pasamos de darle la palabra en espacios privilegiados a cualquier burócrata a otorgar importancia a cualquiera que habla mal del gobierno, aunque sea un futbolista o una vedete.

La palabra sustituye al orador, aunque ese discurso sea de salva, intrascendente, frívolo, así se llenan los espacios en el mundo informativo entre fake news, exageraciones, interpretaciones libérrimas de la realidad, supuestos, rumores, consignas, insultos, denostaciones y hasta mentadas.

La importancia del personaje se diluye y con la fuerza de su palabra –como si con ella descubra una realidad trascendente–, atare la atención del público como si se tratara de un disparo en la oscuridad, cuando en realidad sólo narra la mediocridad de sus encargos políticos. Esos personajes de medio pelo, ecologistas, actores, comediantes, deportistas, son el enemigo encubierto, obedecen a una sola voz. Únicamente dispersaron el tono, colocaron matices con apariencia de intrascendencia para detener el avance de la democracia, de la voluntad popular, de la palabra de la población.

El discurso intrascendente impide la continuidad y congruencia del discurso político en general y de las palabras de cambio en particular. No se trata de un ataque de frivolidad el contenido de las primeras páginas de los diarios convencionales, tampoco es un accidente producto de la vorágine informativa, es el sabotaje contra el discurso del gobierno y contra el gobierno, es el descarrilamiento informativo de la palabra del presidente que distrae y confunde.

Es decir, crear el clima propicio para la postverdad, para que el rumor se convierta en un hecho consumado. La fusión de los intrascendente con la frivolidad señala algunos oasis de lucidez informativa seria, que tienen que ver más con la manipulación que con la verdad.

La falta de respeto a la inteligencia de las personas que todavía acuden a esos medios a intentar informarse es permanente y va más allá de las notas que a simple vista parecen frente a sus ojos. Detrás de las noticias baladíes está el esquema que descarrila, distrae, dispersa y confunde la congruencia del trabajo del gobierno, del que nadie quiere informar.

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La información emanada de las oficinas de gobierno antes de diciembre de 2018 era prácticamente a través de espacios pagados, que condicionaba no hablar mal de quien se anuncia o tiene un convenio con la dependencia que le firmaba convenio tras convenio como empresa, más las dádivas a los columnistas, las mensualidades a sus reporteros, las invitaciones a las giras con viáticos incluidos, vacaciones con gastos pagados por los funcionarios públicos a los integrantes de la mesa de redacción y, por su fuera poco, guardaespaldas a los principales directivos de cada medio, los cuales estaban exonerados de pagar el IMSS, impuestos, luz, agua, predial y todo servicio que prestara la administración pública.

Lo que diga cualquiera en los medios es lo de menos, los que figuran son una cara de la mentira, una expresión falsa de la realidad, una cortina de humo. Lo importante para los medios convencionales es romper el discurso, incluso hacer creer a la población que no sabe si lo soñó o vio en la televisión o lo leyó en un diario.

Los contenidos de los medios son tan intensos que se asemejan cada vez más a la realidad, pero no por realismo informativo sino para confundir más aún a la gente y que la línea entre verdad y mentira, realidad e imaginación, simplemente desaparezca.

Jose Garcia
Jose Garcia

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