Fantasmas políticos
Triques
Hay mexicanos que consideran que apoyar a la golpista Dina Boluarte en Perú es atacar a Andrés Manuel López Obrador. Incluso llegan a considerar que apoyar al PAN es mostrar desacuerdo con el actual gobierno. Piensan que apoyar los golpes de Estado contra gobiernos democráticos equivale a quitarle un voto a Morena.
Así ven algunos la realidad de México y el mundo. En blanco y negro. Y tienen sus propias reglas y dogmas de fe que al continuar consolidan el absurdo, pero no la cordura ni la congruencia. Porque hay quienes aseguran que apoyar a personajes tan deleznables como Calderón o Peña Nieto, significa golpear a la 4T, o bien quitarle el título a una magistrada es detener los fallos dela Suprema Corte a favor del gobierno.
Consideran al Comunismo un infierno que dejó de utilizar la izquierda y que la derecha menciona como el fantasma de todo lo terrible del mundo, cuando son los conservadores quienes nostálgicos suspiran por los regímenes militares, las oligarquías, las monarquías y el colonialismo.
Con las obras es lo mismo, consideran que llorar por la obra del supuesto aeropuerto de Texcoco significa deteriorar la imagen del AIFA o rememorar viejas glorias del priísmo, como Colosio o De la Madrid, significa pensar en el futuro.
El simplismo de quienes se estrenan en la política y se ven obligados a tomar partido por algún lado, no se han tomado la molestia de conocer las razones por las cuales suceden los hechos. Todo es a favor o en contra, pero involuntariamente apoyan la barbarie del pasado sin advertir que son agentes de un retroceso por la falta de conocimientos y de información. Es cierto, hay una rápida politización en México y esta dinámica obliga a tomar posturas a la ligera, sin conocer, sin reflexionar, sin ver o tratar de prever las consecuencias. Uno de los datos más grave fue el hecho de que se pensara que el despido del embajador mexicano en Perú significaba el principio del rechazo mundial al gobierno de López Obrador y consideraban que después de los golpistas homicidas de Perú vendrían en cascada otros gobiernos, a condenar lo que esa gente todavía no entiende.
Afortunada la hora en que los genocidas de Perú desconocieron al gobierno mexicano, porque su similitud con los nazis es cada día es mayor. Dina Boluarte lleva más peruanos asesinados que días de gobierno. Eso suelen aplaudirlo algunos con mucha ingenuidad y poco conocimiento histórico. La vida huma la sacrifican varias veces a cambio de encontrar la razón de su forma de pensar, su descontento, su resentimiento su identificación con el agresor.
Informarse con responsabilidad ha dejado de ser una actividad receptiva, no es sólo darse cuenta de lo que sucede según la versión de los medios, que tienen sus propios intereses y sus partidos y posturas muy definidas. Hace falta descubrir y trabajar sobre lo que se consume de información, de otra manera sólo se está absorbiendo mentiras y manipulación de una realidad ala que muchos mexicanos acaban de llegar.
Las posturas políticas son obligadas desde el momento en que el individuo es un ser social, pero hay quienes prefirieron las noticias deportivas, la superficialidad de los espectáculos, que impedían darse cuenta de lo que sucedía y sólo percibían una fase de la realidad. La parcialidad en la información, los distractores que desviaron por mucho tiempo la atención de la población sobre el acontecer político, exigen de cada día mayor esfuerzo por conocer las causas y los contextos, y no sólo los efectos de hechos que parecieran nacer por generación espontánea.
Millones de mexicanos se estrenan en el conocimiento de la política, es muy saludable. Pero más sano es el hecho de que sean críticos ante la aparente información imparcial y cuestionen lo que medios que fueron cómplices de empresarios y políticos en el pasado, tratan de difundir como verdad absoluta.
Lo blanco y lo negro no son posturas reales, son extremos a los que rara vez llega un ser humano o una sociedad, en el medio hay matices, grados y niveles que deben conocerse y estudiarse para conocer mejor el mundo y no caer en los extremos.
