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Trabajo de Cuidados No Remunerado y Desigualdad

Trabajo de Cuidados No Remunerado y Desigualdad

Desde limpiar y cocinar hasta recoger agua y leña o cuidar de niños y personas mayores, las mujeres asumen una carga desproporcionada de trabajo no remunerado. El trabajo no remunerado sustenta la economía y suple la falta de gasto público en servicios sociales e infraestructura. De hecho, se calcula que el trabajo no remunerado y el empleo del hogar alcanzan un valor equivalente entre el 20 y 40% del PIB, contribuyen más a la economía que la industria, el comercio o el transporte. Además de que los hombres deben asumir una mayor parte de este tipo de trabajo, es necesario que las políticas públicas lo reduzcan y redistribuyan, amplíen la remuneración en el sector de los cuidados y proporcionen protección social e infraestructura necesaria, incrementando el acceso a la mujer en el empleo remunerado, permanente y con potencial económico. El trabajo de cuidados en los hogares representa una carga para las mujeres y constituye un subsidio invisible, ya que no se reconoce ni se considera su remuneración. El trabajo de cuidados satisface una necesidad básica en el sostenimiento de la vida, sin embargo, representa una carga económica y emocional que aleja a las mujeres de las oportunidades de desarrollo personal, educativo, social e integración en el mercado laboral. Va más allá de cuidar personas, niños pequeños, adultos mayores o enfermos, puesto que se ocupa del sostenimiento de la vida. La división sexual del trabajo es una de las principales causas por las que entre hombres y mujeres existe un acceso desigual a la educación, al trabajo remunerado y la igualdad salarial.

Según el INEGI, en promedio cada mujer realiza trabajo de cuidados no remunerado en los hogares equivalentes a más de 70 mil pesos anuales; por su parte, cada hombre los realiza por un valor cercano a 30 mil pesos. La situación es todavía más grave en zonas rurales y con hijos pequeños. Las mujeres en el campo aportan al hogar un equivalente mayor a 80 mil pesos anuales y en el caso de madres con hijos menores de 6 años, esta contribución ronda los 100 mil pesos. Las mujeres aportan casi 3 veces más valor económico sobre estas labores, dedicando unas 3 mil 500 millones de horas semanales sin remuneración alguna. La brecha de género sobre el trabajo doméstico es muy amplia y asimétrica. Las mujeres destinan 2 tercios de su jornada laboral (64%) a tareas del hogar y de cuidados, el resto del día apenas para dedicarse a otro empleo o algún emprendimiento. Y la desigualdad también alcanza a las mujeres de menor edad, ya que cada niña de entre 5 y 11 años destina en promedio más de 6 horas semanales a las labores domésticas; los niños, por su parte, menos de 5 horas. El tiempo dedicado a enfermos crónicos, discapacitados o que no pueden valerse por si mismos, es de 12 horas entre las mujeres; el doble que los hombres. En el cuidado de niños entre 0 y 5 años, darles de comer, beber, bañar o acostarlos, las mujeres invierten 15 horas semanales, y apenas 6 entre los hombres. Y para los niños y adolescentes en edad escolar de 0 a 14 años, las mujeres promedian 7 horas y los hombres 4 horas semanales; donde se requiere apoyo para sus alimentos, llevar y recoger de la escuela, actividades extras y ayuda con tareas.

La falta de reconocimiento y la desigualdad de horas destinadas a estas labores entre hombres y mujeres tienen un impacto en la autoestima, seguridad y autonomía económica de las mujeres, propiciándoles un desarrollo personal, familiar, laboral y profesional desventajoso. Y es que el núcleo del problema han sido las costumbres primitivas arraigadas de que las mujeres cuidan y los hombres proveen. Normas arcaicas enquistadas y difíciles de erradicar. “Lo hago por mis hijos”, “Dios dice que los ayudemos”, “Es mi responsabilidad”, “Lo hago por amor”,… frases que aún suelen escucharse entre familiares en los hogares; convirtiéndose en víctimas, cómplices y hasta defensores de un problema que lacera las familias, la economía y el desarrollo de nuestro país.

Dr. Fidel Ulín-Montejo

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