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La verdad inmortal

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Triques

Ahora algunos comunicadores levantan la voz para decir: La verdad no se mata. Tienen razón, pero les faltó a algunos de ellos considerar que la verdad no mata ni hace daño. No es un peligro sino todo lo contrario y dentro de ese mundillo que ahora se dice acosado por el gobierno hay quienes huyeron de la verdad como si se tratara de una pandemia.

A los periodistas no los crea el título universitario ni un espacio en algún medio sino su lealtad a la verdad, y en eso muchos de los que así se consideraban resbalan o caen. Ya sea por flojera de investigar o por intereses previamente establecidos, la verdad ha sido sacrificada a lo largo de más de un siglo en nuestro país. Periodistas y verdad en México tienen, a veces, muchos kilómetros de distancia.

Primero para ocultar los descalabros de la administración pública, y exaltar sus aparentes logros; ahora, para exaltar los errores dela administración pública y ocultar sus logros. En esa práctica de cobrar por lo que no se escribe varios periodistas se hicieron millonarios y se autodenominaron líderes de opinión, como si se tratara de la vanguardia de la información, cuando en realidad eran simples voceros del poder y los poderosos.

Señalar a los comunicadores que despreciaron la verdad es un acto de justicia y no un acoso. Denunciar sus falsedades es un acto necesario, indispensable para una democracia que se precie de serlo.

Los periodistas tradicionales en su descuidado proceder y sus intereses personales implícitos en su trabajo crearon un hueco importante en la información del país que llenaron poco a poco los medios alternativos que poco a poco se vuelven hegemónicos que son las noticias a través de youtube, twitter, Facebook, etc. En cuanto aparece esta alternativa, con menos intereses que los comunicadores convencionales, éstos inician una descalificación a través de todos sus espacios negando la calidad de periodistas a personas que habiendo o no estudiado la carrera de comunicación, aparecen más apegados a la verdad que la habitual recua de informadores de mentiras, y de inmediato los descalifican como comunicadores.

La categoría de periodistas no se obtiene como un documento que acredite ciertos estudios, que desde luego, es importante por la sistematización de reglas y métodos sino por su lealtad a la verdad. De nada sirve que hay un texto impecablemente escrito, con rigor informativo estricto si en el fondo todo es mentira. Probablemente algunos de ellos confundieron los géneros periodísticos con los géneros literarios y quieren hacer al montaje o la tergiversación una nueva forma de crónica de la realidad inexistente. La esencia de la libertad de expresión es la verdad.

Nada más falta que en estos momentos y a estas alturas de la conciencia de la población quieran reclamar títulos de nobleza para desacreditar a quienes no lo tienen, con el pretexto de los estudios, como si éstos fueran garantía de credibilidad.

La ponderación de los estudios sobre la eficacia tiene su reflejo concreto en el INE, donde mientras más estudios tenían sus empleados más arriba llegaban, hasta convertirse en consejeros electorales, a quienes les exigían licenciatura, maestría y doctorado y si se puede otro título, mejor para ellos. Se apegaron tanto a las reglas no escritas del instituto que se olvidaron de la democracia. Lo mismo sucedió con los periodistas, quienes se apegaron tanto a reportar los hechos del poder político y económico que se olvidaron de la verdad.

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La similitud entre títulos nobiliarios y universitarios, debe sus semejanzas a la segregación, a la idea de que hay ciudadanos de primera con título, cualquiera que éste sea, y a los que acrecen de ese título. Es decir, fue una manera de separar, segregar, con su debida calidad de superioridad, a unos de otros. Así lo mostraron en el INE los supuestos doctos y en el periodismo, los autodenominados ilustrados. Hay niveles, aseguran. Claro, pero la verdad es el último requisito que tomaron en cuenta doctos e ilustrados.

Lo ideal es que quienes estudien aprendan, entre los métodos, y sistematización de conocimientos a amar la verdad, para que no se desvanezca la esencia y en las formas se incluya el fondo apegado a la realidad.

Jose Garcia
Jose Garcia

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