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Tabasco: ¿Cómo llegamos hasta aquí?

Tabasco: ¿Cómo llegamos hasta aquí?

Mario Gómez y González

The Last of The Mohicans

Cuando la realidad apuñala más fuerte que la ficción

Hace unos días, los tabasqueños amanecimos con una escena brutal que parece sacada del último thriller de Netflix, pero no lo es; aquí no hay actores, no hay guion, no hay “corte y queda”.

Hay sangre en la acera, gritos de vecinos, una víctima mortal y un agresor de apenas 21 años, cegado por una ira que nadie alcanzó a contener; una vida terminó; otra, probablemente, también; todo, mientras un celular grababa la escena para ser compartida más tarde como contenido viral, y una vez más, la pregunta incómoda nos golpea: ¿cómo llegamos hasta aquí?

El asesinato ocurrido en la colonia Villa el Cielo y nos recuerda que no hace falta una gran producción audiovisual para sentir el horror; basta con mirar por la ventana o, peor aún, revisar los grupos de WhatsApp donde se comparten las noticias diarias.

La violencia entre jóvenes ya no es una anomalía, es un síntoma, es una señal de alarma que muchos prefieren silenciar con excusas cómodas: “los videojuegos”, “las redes”, “la generación de cristal”; pero la explicación fácil no resuelve nada.

Hoy, lo urgente es mirar de frente el colapso emocional de nuestros adolescentes y jóvenes, y preguntarnos con sinceridad qué hemos dejado de hacer como sociedad.

La miniserie “Adolescencia”, estrenada este mes en Netflix, retrata una historia similar: un niño de 13 años asesina a una compañera de manera despiadada, la ficción se entretiene escarbando motivos: bullying, rechazo, vacío emocional; la vida real, sin embargo, no nos da tiempo de procesar; mientras los peritos recogen pruebas en la escena del crimen, las redes sociales ya discuten la moralidad de no intervenir, la culpa de los padres, y la “inevitable” naturaleza de la violencia juvenil.

¿De verdad es inevitable? ¿Estamos condenados a ver morir a nuestros jóvenes a manos de otros jóvenes, mientras observamos impotentes desde una ventana?

La cultura digital ha convertido la tragedia en contenido, la grabación del asesinato en Villa el Cielo no sólo existe, circula, se comenta, se etiqueta, se reproduce; ¿Indignación? Tal vez, ¿Reflexión? A cuentagotas; porque el morbo, como decía Susan Sontag, vende y hoy los celulares no sólo capturan momentos: también desensibilizan; grabamos más de lo que actuamos.

¿Cobardía? ¿Imprudencia? Tal vez solo miedo; pero, sobre todo, un reflejo de cómo hemos perdido el vínculo humano básico: el de la responsabilidad mutua.

¿Qué lleva a un joven de 21 años a empuñar un cuchillo y atacar hasta matar a otro? Las respuestas no están en la criminología forense, sino en la educación —o la ausencia de ella— ¿qué damos desde casa, desde la escuela y desde los medios? la inteligencia emocional, la tolerancia a la frustración, el manejo del enojo, siguen siendo temas secundarios.

Nos preocupa más si nuestros hijos sacan buenas calificaciones que si saben pedir ayuda, llorar, expresar una pérdida o lidiar con un “no”; la violencia no se hereda, se aprende y la falta de afecto, de límites claros, de escucha activa, también educa hacia el otro extremo, la barbarie.

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Es cierto, las pasiones humanas no son nuevas, pero el contexto sí; nunca, como ahora, los jóvenes crecieron tan expuestos, tan vigilados y al mismo tiempo, tan solos; el entorno hiperconectado ha creado una ilusión de comunidad que no sustituye la presencia real, el consejo oportuno, el abrazo necesario y, sobre todo, nunca, como hoy, se había consumido con tanta rapidez y superficialidad el dolor ajeno como ahora.

El desafío de hoy no es evitar que nuestros hijos se enfrenten a la violencia, sino enseñarles a no replicarla, a no justificarla, a no vivirla como algo normal; Eso requiere tiempo, atención, esfuerzo constante; no se resuelve con discursos huecos ni con castigos ejemplares una vez que el daño está hecho.

Se resuelve desde la raíz: en casa, en la escuela, en los medios de comunicación; se resuelve dejando de delegar la educación emocional al azar o a los algoritmos.

Hoy más que nunca, la frase “la realidad supera la ficción” se convierte en advertencia, si no queremos seguir viendo estos horrores convertidos en serie, necesitamos actuar, porque la próxima historia trágica que se vuelva viral, podría ser protagonizada por alguien que conocemos… o peor aún, por alguien que hemos criado sin darnos cuenta.

Jaque Mate** Tabasco: cuando la realidad apuñala más fuerte que la ficción** tiempo y espacio nos hacen necesaria una retirada estratégica** fue todo por hoy** hasta mañana dios mediante.

Mario Gómez y González


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