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Ya estábamos mal y llegó la guerra

Ya estábamos mal y llegó la guerra

Ya estábamos mal y llegó la guerra
Prospectiva.

Ningún país de Europa ha salido incólume de la crisis económica provocada por la pandemia de Covid-19. Unos más, otros menos, han resentido el impacto derivado del cierre de la economía durante el primer año que derivó en la caída de los productos internos por el freno en la producción que trajo consigo, primero, la cancelación de espacios laborales y, después, el cierre de muchas empresas. Algunos gobiernos destinaron recursos para paliar la situación no siempre con buenos resultados, provocando el crecimiento de sus déficits fiscales.

La Unión Europea, por ejemplo, dispuso de 740 mil millones de euros distribuidos entre sus 27 integrantes. Proceso que no fue fácil ya que, entre otros, Países Bajos se opuso a que ese dinero fuera entregado “a fondo perdido”, motivo por el cual únicamente el 40% de esa aportación, destinada fundamentalmente para desarrollo de infraestructura y programas sociales, deberá ser pagada, con intereses blandos, por las naciones beneficiadas.

Todo iba bien hasta que la guerra en Ucrania agitó aún más las aguas turbulentas sobre las que navega el viejo continente. Al escenario económico complejo (inflación y fractura de las cadenas de suministro), se han sumado los efectos de este conflicto bélico que ha puesto en evidencia debilidades de las naciones europeas (hidrocarburos y alimentos) que obligan a un replanteamiento de sus estrategias de corto y mediano plazo, y su visión de futuro en razón de las acciones tomadas por Rusia orientadas a salvaguardar sus intereses nacionales sin menoscabo de los riesgos que ello conlleva en la región y a nivel planetario.

Ya se ha comentado en este espacio que la geopolítica en la región ha generado cambios en la percepción de los gobiernos con respecto a la priorización de la desmilitarización, del desarme que precedió el fin de la Guerra Fría. Entonces, a finales del siglo pasado e inicio del actual, la desaparición de la URSS, su atomización, la fuga hacia occidente de sus “socios forzosos”, dio lugar al fortalecimiento de la OTAN y a la ampliación de la Unión Europea con la suma de países que durante 45 años estuvieron bajo control del imperio soviético.

Las cosas han cambiado drásticamente. Sin duda, la Guerra de Ucrania será un parteaguas, un antes y un después que los libros de historia describirán como “el fin del período unipolar dominado por los Estados Unidos”, para entrar de lleno a una nueva etapa, a un nuevo orden internacional, cuyos actores principales serán, de un lado, los Estados Unidos, del otro, China y Rusia. Estos últimos protagonizando escenas de romanticismo extremo, pero que en el curso de la cinta pueden convertirse en un “amor tóxico” que derive en una separación; existen antecedentes de ello, por lo mismo no deberán sorprendernos.

Esta posibilidad está fundada en la historia que documenta que la relación entre ambos países ha sido intensa, sí, pero no alejada de rupturas, de pleitos y abandonos. De defensa de intereses que, aunque aparentemente símiles, no corren siempre por la misma ruta. ¿Puede, o debe China confiarse de un autócrata obsesionado por el poder como Putin? ¿Rusia pondrá en segundo lugar su claro afán por recuperar el brillo de un imperio que quiere renacer, dando prioridad al proyecto chino cuyo objetivo es desplazar a los Estados Unidos en el corto plazo? Son preguntas, tan sólo preguntas, que el tiempo podrá contestar.

El final de un conflicto que no llega

La crisis de Ucrania; la amenaza rusa que se ha concretado en acciones de guerra ha llevado a las naciones europeas a replantear sus estrategias. Suecia y Finlandia, por ejemplo, ya consideran hacer a un lado su neutralidad para sumarse a la OTAN como medida que les permitiría acceder a un apoyo multinacional por si las cosas no vuelven a la normalidad, lo que no ocurrirá, cuando haya concluido esta aventura bélica protagonizada por la Rusia de Putin.

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Este sabio dicho, sin duda, está en la cabeza de los jefes de Estado y gobierno de Europa, en especial de los países que limitan con Ucrania que, más temprano que tarde, quedará bajo control de Rusia. Polonia y Hungría ya son parte de la OTAN, pero Moldavia, que no lo es, no puede obviar lo que ya ocurrió con Bielorrusia, con Crimea, con Georgia, y ahora con Ucrania. Lo mismo sucede con los países del Báltico: Lituania, Letonia y Estonia, que, no lo olvidemos. fueron parte de la URSS hasta su desintegración en 1991.

¿Arde Europa? Sí. El escenario es complicado. Insisto, ya lo era con la crisis provocada por la pandemia, pero se ha acrecentado con este conflicto que, además, ha provocado un movimiento de personas que multiplica los riesgos de polarización en aquellos países que de tiempo atrás se han manifestado contrarios a políticas migratorias como la propuesta y adoptada en los tiempos de Ángela Merkel.

La ruta migratoria con destino a Europa se acrecienta a partir de los años ochenta del siglo pasado y tienen como una de sus causas la baja en la población derivada de la decisión de reducir el número de hijos y, también, al envejecimiento de la población. Estos dos fenómenos son percibidos en las antiguas colonias de los países del viejo continente y se convierten en una señal de arranque especialmente en África y en Oriente Medio que en ese momento transitaban por una grave crisis. Este movimiento migratorio alcanzó los 20 millones de personas.

La invasión de Ucrania ha provocado, como ya lo hemos señalado, un movimiento de 10 millones de personas, del 25% de su población, de los cuales, tres millones han tenido que abandonar el país, dejando atrás todo, vida y esperanzas, esperando una ayuda humanitaria y solidaria que no siempre llega y una oportunidad para rehacer su vida en otra nación, siempre con el temor, la incertidumbre, sobre un futuro tan incierto como el propio resultado de esta cruenta e injusta guerra.

La ONU expulsa a Rusia del Consejo de Derechos Humanos

Una guerra que vuelve a mostrar el rostro de la destrucción, sí, pero también de la total ausencia de límites de parte del agresor, de la nación que avasalla, que pasa por encima de la soberanía de otra aduciendo argumentos falaces cuando se intenta justificar lo injustificable: el asesinato de personas, de civiles, que se convierten en las victimas de una acción militar que ha ubicado a Rusia, a su dirigente,del mismo lado que a los genocidas que provocaron el holocausto judío en el marco de la Segunda Guerra Mundial, o las miles de muertes provocadas por la balcanización de la antigua Yugoslavia y el nefando papel de Serbia y de Croacia en ese evento.

Como bien establece la nota de Luis de Vega, enviado especial de “El País” a Ucrania, “la matanza de Bucha muestra la barbarie de la guerra de Putin”. Tras la salida de las tropas rusas se han encontrado enterrados a 419 civiles. Rusia ha negado ese crimen, aduciendo que es un “montaje”, sin embargo, las evidencias son claras. Las tomas desde un satélite norteamericano aportaron los primeros indicios corroborados cuando los corresponsales de guerra pudieron acceder a la zona y ver, “con sus propios ojos”, las dramáticas y vergonzantes escenas.

Volodomir Zelenski, el presidente ucraniano que ha jugado un papel muy destacable durante este conflicto, dejando sin mérito alguno los calificativos que Putin aplicó a quien fuera un cómico exitoso, pero que ha demostrado que también tiene grandes virtudes para protagonizar los dramas. Hay que reconocer que ha enfrentado la adversidad con más talento que muchos políticos de profesión.

Sobre todo, ha logrado mantener en alto el espíritu de los ucranianos y conducirlos en un escenario totalmente adverso, en una lucha sin tregua contra el invasor que se ha encontrado con una resistencia que no esperaban. El ejército ruso ha chocado con una muralla, lo que no ha impedido, desgraciadamente, la destrucción de ciudades y la muerte de muchas personas, entre ellas niñas y niños.

El mensaje de Zelenski ante el Congreso de los Diputados, en España, y posteriormente ante la Asamblea General de la ONU, a principios de la semana pasada, se enfocó, primero, en pedir más ayuda económica y armamentista a las naciones occidentales, al tiempo que acusó abiertamente a Rusia de haber llevado a cabo una matanza de cientos de personas “de manera premeditada”. El presidente ucraniano habla de “crímenes de guerra”, y pide que Moscú, “que niega su responsabilidad en los hechos”,pague por ellos.

La reacción de Occidente no se ha hecho esperar. La indignación por los crímenes de guerra de Moscú ha provocado que varios países miembros de la Unión Europea expulsen a funcionarios rusos, además, han escalado las sanciones económicas como una muestra de rechazo a estas acciones “criminales” que “requieren una investigación a fondo”, para determinar si lo ocurrido en Bucha, y en otras localidades de Ucrania, caen en el terreno de “delitos de lesa humanidad.” Me parece que no queda duda de ello.

El jueves pasado, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó una resolución cargada de simbolismos. De los 193 Estados miembros votaron 176, 93 se pronunciaron a favor de expulsar a Rusia de su Consejo de Derechos Humanos “por las violaciones y abusos graves y sistemáticos cometidos durante la invasión a Ucrania”. Descontadas las 58 abstenciones y contabilizados los 24 votos en contra, la resolución salió adelante con 79% de los 117 votos válidos.

Juan Ramón de la Fuente, embajador mexicano ante la ONU, calificó esa determinación de inoportuna porque no conlleva una solución al problema de origen. México ha expresado su apoyo a que se investiguen los hechos ocurridos en Bucha, y todos aquellos que evidencien que el invasor ha cometido crímenes de guerra, y se sancionen.

Luego de conocer este resolutivo, el portavoz presidencial, Dimitri Peskov, se enfocó en lamentar pérdidas “significativas” de soldados rusos, calificándolas como “una gran tragedia” para su país, eludiendo cualquier comentario sobre los actos cometidos por su ejército en el marco de la invasión a Ucrania, pero señalando que esperaba que Moscú alcanzará sus objetivos en los próximos días”. El funcionario tuvo que admitir, en cambio, que las sanciones económicas impuestas por Occidente colocan a su país “en su momento económico más difícil desde el fin de la Guerra Fría y la desintegración de la URSS:”

¿Y China qué?

Así las cosas, el escenario para Vladimir Putin se complica, lo que puede llevarlo a tomar dos decisiones antagónicas: poner punto final a la escalada de violencia cernida sobre el territorio de Ucrania; o,escalar los ataques, lo que daría la razón a los planteamientos del presidente Biden quien ha afirmado una y otra vez que “este conflicto va para largo”.

En este entorno, vale preguntarnos, nuevamente:¿Qué papel está jugando China en este conflicto?Varios analistas coinciden en que a la nación asiática no le conviene un alargamiento mayor de este conflicto, tampoco que sigan escalando las sanciones contra su aliada toda vez que éstas tienen un impacto global, no se constriñe a la nación agresora.

Entrevistado por BBC News, el académico británico Taras Kuzio, experto en política, economía y seguridad ucraniana, quien predijo en 2010 la anexión de Crimea ocurrida cuatro años más tarde, y un par de semanas antes de la invasión de Rusia a Ucrania publicó un libro llamado “El nacionalismo ruso y la guerra ruso- ucraniana” donde explica la profundidad de la crisis entre ambos países y analiza la supuesta obsesión del presidente Putin con Kiev, aporta claves importantes sobre la invasión, el comportamiento del presidente ruso y el papel que está jugando China.

El politólogo inglés señala que Putin está buscando revertir el escenario adverso derivado del fin de la Guerra Fría, caracterizado por el empoderamiento de Occidente, liderado por los Estados Unidos, en tanto que, “Rusia ha sido apartada de la globalización”. Para Kuzio, “esto significa que cada vez está más lejana su aspiración de recobrar su papel como gran potencia”. Si bien las sanciones que se han impuesto a la nación invasora están teniendo efectos en la economía rusa, afectando a su población, él considera que será en el mediano plazo que esas sanciones tengan el efecto que Occidente espera de ellas.

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Para Kuzio, el aislamiento derivado de la invasión a Ucrania provocará su declive y ello significará para China una posibilidad de ascenso como la alternativa dominante a Occidente. “China está muy feliz. El declive de Rusia significa su ascenso. Ellos comparten una posición en contra de Occidente, pero la diferencia entre los dos países es que China es una potencia en ascenso y Rusia una potencia en declive. Además, la primera es una nación con un ejército realmente fuerte. Rusia no.”

¿En que se basa Kuzio para descalificar al ejército ruso? “Se suponía que Rusia era una gran potencia militar, pero la gente se pregunta por qué no han sido capaces de derrotar a Ucrania.” Por lo anterior, afirma que este conflicto definirá a China “como la nueva potencia anti-occidental dominante porque Rusia -insistió- habrá demostrado ser un país en declive.”

En ese contexto, la pregunta central es si se podrá alcanzar pronto un acuerdo que ponga fin al conflicto. Para el politólogo inglés y experto en la compleja relación entre Rusia y Ucrania, lo que definiría esta guerra es un divorcio completo entre ambas naciones que tendrá como componente el odio permanente de los ucranianos hacia el invasor. “Zelenski no es un nacionalista loco. Siempre ha sido alguien dispuesto a hacer concesiones. Los rusos siempre han exigido rendición de Ucrania, no un compromiso. Pero tal vez ahora, debido al estado de la guerra y a la repulsa que se ha ganado, Rusia esté más dispuesta a pasar de una rendición a aceptar algún compromiso.” ¿Cuál pudiera ser ese compromiso? La neutralidad de Ucrania o la retirada de Rusia de los territorios que ocupó durante la invasión. A mi juicio, a pesar de que Putin parece estar contra la pared, la segunda vía parece ser la más viable. Al tiempo.

Nueva ruta para la reforma eléctrica

Sin duda, el que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya desechado la acción de inconstitucionalidad y por lo mismo validara la Ley Eléctrica conlleva un giro estratégico para la Reforma Eléctrica promovida por el presidente Andrés Manuel López Obrador. La política es como el ajedrez, hay que saber mover las piezas en el momento adecuado. El gobierno federal tiene ahora un escenario diferente. Si bien es cierto que sacar adelante dicha reforma conlleva lograr el voto de legisladores de la oposición éstos tienen ahora un escenario distinto, que requiere de respuestas distintas. ¿Habrá voluntad de los opositores para valorar el puente que el extienden Morena y sus aliados? ¿Prevalecerá su cerrazón o tendrán preeminencia los intereses superiores de la nación?

Esta semana será clave en el trasiego que cubrirá una propuesta de reforma que se ha enfrentado a opositores internos y externos que no han actuado aislados. Los argumentos de que la Ley, la reforma si prospera, derivarán “en largos y costosos juicios”, en cancelación de inversiones millonarias, pierden sentido cuando de lo que se trata es de defender la soberanía, la energética, sí, pero en especial la de la nación, que está por encima de todo, especialmente de los intereses económicos de unos cuantos.

A los que no vivimos, pero recordamos, las presiones externas que se dieron en el entorno de la expropiación petrolera de marzo de 1938. A los que sí vivimos las presiones derivadas de la nacionalización de la industria eléctrica en 1962, no pueden extrañarnos las amenazas que vienen de quienes, dentro y fuera del país, quieren frenar a toda costa una reforma que, primero que todo, busca revertir la los nefandos efectos de la ocurrida en 2013, cuando el gobierno en turno, y sus bien pagados aliados, modificaron la Carta Magna para entregar el sector energético al capital privado, preponderantemente extranjero, que hoy está haciendo todo lo necesario para sabotear el derecho soberano de una nación, como lo mandatan los artículos 27 y 28 de nuestra Constitución, a preservar sus recursos naturales, el gas, el petróleo, la energía eléctrica y el litio.

Si, la reforma eléctrica puede ser fortalecida con las propuestas de todos; las vertidas en el Parlamento Abierto, convocado por la Cámara de Diputados, las presentadas por las oposiciones, siempre y cuando, estas abandonen la estrategia del “todo o nada”. Esa es la tarea por venir en los próximos días.

Las presiones de los Estados Unidos están a la vista. Hoy, como ocurrió en 1938 con la inminencia de la Segunda Guerra Mundial; como sucedió en 1962, por el resiente triunfo de la Revolución Cubana, la coyuntura nos favorece. La geopolítica mundial nos vuelve a generar un buen escudo: Ken Salazar dixit: “Unión entre México y Estados Unidos es para siempre. Las economías de ambos países están integradas.” ¿Así, o más claro, Claudio e Iberdrola?

Vientos de Guerra

Ayer se celebró en todo el país un evento que, sin duda, abona a fortalecer la participación ciudadana. Más allá del resultado de este ejercicio, ha quedado en evidencia que es necesaria una reforma electoral de gran calado, que no ha de partir de la desaparición del INE, como algunos anticipan sin fundamento, sino su refundación, garantizando que quienes se desempeñen como funcionarios de ese órgano electoral no vuelvan a ser tentados por la soberbia ni por la idea de que son los dueños de la verdad absoluta, mucho menos, que son los garantes únicos de la democracia que, sin duda, debe fortalecerse día a día, pero que no es patrimonio de un grupo que ha dejado de lado la neutralidad. Nuestra democracia es el resultado de una larga lucha que trasciende a los actores actuales envenenados por el protagonismo y por alianzas que se intuyen, aunque se nieguen reconocer.

Por la Semana Mayor, Prospectiva tomará un receso. Si Dios lo permite, nos encontraremos en este mismo espacio el lunes 25 de abril. Felices Pascuas.

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Emilio Alberto de yguarta y monte verde

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