Tabasco: claves del miércoles violento
De Primera Mano
La violencia que sacudió a Tabasco la madrugada del miércoles no fue un estallido espontáneo: fue la reacción inmediata de la delincuencia organizada a un golpe simultáneo de las fuerzas federales y estatales, que capturaron a cuatro jefes criminales y trasladaron a 27 reos considerados generadores de violencia.
El operativo, ejecutado en distintas zonas de Villahermosa, incluyó la detención de un sujeto conocido como El Caníbal, lo que, según la Fuerza Interinstitucional de Reacción Táctica (FIRT) Olmeca, provocó la respuesta en cadena de las organizaciones delictivas.
Los criminales eligieron acciones de alto impacto mediático para enviar su mensaje: la quema de ocho vehículos en una agencia automotriz y otros dos en la ciudad; la colocación de ponchallantas en varias carreteras; y enfrentamientos con policías que dejaron un delincuente muerto y dos heridos.
A estos hechos se sumaron dos ejecuciones, entre ellas el hallazgo de un cuerpo calcinado en Jalapa.
El patrón es conocido: operaciones que golpean la estructura criminal suelen detonar actos de terror diseñados para mostrar capacidad de daño y presionar a las autoridades. La diferencia esta vez es que la ofensiva de la FIRT apunta a una estrategia más amplia de desarticulación, no solo de contención.
Si la reacción del miércoles indica la magnitud del golpe, también revela el nivel de control territorial que el crimen aún conserva en ciertas zonas. El desafío ahora es si el gobierno podrá sostener la presión sin provocar una nueva escalada o si la estructura criminal buscará reorganizarse para recuperar capacidad operativa.
Lo ocurrido deja claro que Tabasco atraviesa un punto de inflexión: la violencia fue la respuesta a una ofensiva, pero también una señal de que los grupos delictivos no están dispuestos a perder su margen de maniobra sin exhibir fuerza.
