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Siembran “evidencias” y cadáveres a Emiliano

Siembran “evidencias” y cadáveres a Emiliano

Siembran “evidencias” y cadáveres a Emiliano

La ignorante tozudez del Capi Merino, sedicente gobernador de Tabasco —90% de bajuna lealtad a Adán Augusto López Hernández— y la siembra de evidencias y cadáveres en el caso del niño asesinado en Paraíso, han causado más dudas en la sociedad y confirmado el poder de la delincuencia.

La prisa de Carlos Manuel Merino en colocar a la víctima en el papel de causante de su propia muerte queda como una infamia por encima del sigilo penal.

La siembra de cuerpos destazados y letreros contra delincuentes no alineados, censurando el crimen contra Emiliano, demuestran la supremacía de los cárteles en Tabasco y la posibilidad de que hayan hecho justicia contra los infanticidas cuando la Fiscalía ignoraba hasta sus nombres.

En el programa de Ciro Gómez Leyva, el capi Merino vomitó contra la víctima, sus padres y la propia sociedad al afirmar que “antes de la agresión el menor recibió una llamada telefónica y salió a la calle afuera de su domicilio. Estuvo dialogando con unas personas en un automóvil. Discutió con esos sujetos, que intentaron introducirlo al auto. Él se zafó, pero una de esas personas le disparó tres veces”.

Contra todo respeto al procedimiento penal, con el más sórdido interés de confundir, el encargado del gobierno de Adán Augusto, desde la comodidad de su oficina, contradice testimoniales de quienes estuvieron en el lugar y el momento del asesinato.

El diario Milenio exhibe la infamia del presunto gobernador: Manuel Almeida, vecino de la víctima, estaba cerrando su negocio cuando vio pasar al pequeño y notó que fue interceptado por un hombre que descendió del automóvil, mientras otro aguardaba en el volante, listos para escapar.

“El niño estaba en su casa aquí (señalando junto a su taller), cuando vi que salió él, pasó. El carro ya estaba parado ahí, el niño llegó y vi que abrieron la puerta de este lado, entonces, ahí alguien lo quiso meter a la fuerza”, detalló.

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“Almeida pareció ser el único testigo de los hechos, detallando para Milenio que el niño logró forcejear con su agresor, quien, al no poder llevárselo, le disparó tres veces a quemarropa”.
Pero el “gober” Merino no quiere que le calienten la plaza a su amo.

Y con Bernardo Graue Toussaint, en su carta, coincidimos hoy: “No sabes la sensación de culpa que me embarga, porque estos criminales se han adueñado de amplias regiones del país por responsabilidad de autoridades ineptas (omisas o cómplices, da igual), que han convertido en un infierno a muchas comunidades de México”.

La Chispa


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