Orgullosamente mixtecos y zapotecos.
Hasta los actuales tiempos constitucionales, históricamente México tendrá un segundo indígena como magistrado presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El primero correspondió al zapoteco (una de las seis culturas originarias de Oaxaca) Benito Pablo Juárez García, que asumió la magistratura judicial, con carácter de vicepresidente de la Nación, después de las elecciones de 1857. Juárez debió entregar el poder, según precepto constitucional, el 1 de diciembre de 1865 al general Jesús González Ortega, pero no lo hizo porque junto con Lerdo de Tejada había preparado una serie de preceptos legales que el Congreso le había conferido a finales de 1861 para salvar la independencia del territorio nacional que ser encontraba en peligro a consecuencia de la guerra de Reforma.
El segundo de ellos, también oaxaqueño de origen mixteco, el abogado Hugo Aguilar Ortiz, que obtuvo el mayor respaldo con 5.4 millones de votos que equivalen al 5.2 por ciento del total de mexicanos en edad de votar. Es maestro en Derecho Constitucional; nació en Villa de Guadalupe, comunidad de no más de 700 personas enclavada en la sierra oaxaqueña que, al igual que Juárez, aprendió el español para prepararse. Fue conocido en campaña por alzar la voz por una justicia más accesible y cercana a las comunidades históricamente excluidas.
Este primer ejercicio de renovación del Poder Judicial que llevó a cabo el Instituto Nacional Electoral el pasado 1 de junio que arroja una votación de 13 millones de sufragios, fue considerado por la presidenta Claudia Sheinbaum como “todo un éxito”, porque el próximo será en el 2027 que se realizará a la par con la federal de diputados y, por tanto, se espera se rebasen las expectativas.
Es decir, la tasa de participación con un 86 por ciento de abstencionismo, es un indicador para medir el éxito dentro de dos años.
Aunque no se ha dado a conocer oficialmente el triunfo del abogado indígena, el porcentaje de votos lo ubica como el más viable, si acaso el INE no se haya contagiado con el síndrome priista del robo de elecciones. Es todo.
