Migración y capital humano
El contexto multifactor —crisis sanitarias, guerras, efectos del cambio climático, inseguridad, violencia y falta de oportunidades laborales— ha repercutido de manera diferenciada en el mundo. Dos de estos impactos que se correlacionan son el incremento de la emigración y la escasez de capital humano. Es decir, países de rentas altas con poblaciones envejecidas, que influyen de manera directa en el mercado laboral, financiero y de bienes y servicios. Por otro lado, naciones de rentas bajas, con incrementos en sus habitantes, pero que no cuentan con oportunidades socioeconómicas y están decididos a migrar.
El inicio de la década de 2020 dejó claro que la movilidad humana es un acontecimiento constante, duradero y continuo, y que el tránsito de las personas entre fronteras sigue respondiendo a la búsqueda de oportunidades para progresar socioeconómicamente. El 3.6 por ciento del total de la población del mundo son migrantes, y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) destaca que en su mayoría buscan mejores oportunidades de trabajo. Esta tendencia al alza en la cantidad de personas que migran difícilmente tenderá a disminuir, aun con contextos migratorios restrictivos que orillan al uso de cruces peligrosos, como el mar Mediterráneo o la selva del Darién.
Por otro lado, la ONU advierte que la tendencia de envejecimiento de la población se convertirá en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, y que la falta de mano de obra cualificada es ya una problemática para ciertas economías desarrolladas, como Europa, Canadá y Estados Unidos.
El déficit de crecimiento poblacional experimentado por países como Alemania y Canadá les ha obligado a tomar medidas específicas a fin de facilitar la inmigración ordenada, para regular y así poder incorporar mano de obra extranjera de temporada o cualificada y solventar un déficit anual de cerca de medio millón de trabajadoras y trabajadores.
Alemania necesita integrar 400,000 trabajadores extranjeros anuales en todos los sectores de su economía. Por ello se perfila una reforma a la Ley de Inmigración, que modera las exigencias para laborar en ese país y lograr una estrategia de contratación masiva.
Canadá́, conforme el Plan de Niveles de Inmigración 2022-2024, proyecta dar residencia a 1.3 millones de nuevos inmigrantes, con énfasis en personas con experiencia y habilidades laborales, familias y refugiados. Para esa nación, con una población de 38.2 millones de habitantes, la inmigración, no la tasa de fecundidad, ha impulsado su crecimiento demográfico.
Por otro lado, países como Níger aseguran que los Estados africanos y europeos deberían implementar un sistema de cuotas para inmigrantes, según su demanda de empleo, ya que, con base en su experiencia, las inversiones europeas en África no son suficientes para detonar el desarrollo y ofrecer una mejor calidad de vida a las personas en sus países de origen.
Es decir, especialistas consideran a la migración internacional como un factor para mitigar los efectos económicos negativos del envejecimiento de una sociedad, y solventar los puestos de trabajo. Sin embargo, el fenómeno migratorio enfrenta desafíos propios, como la irregularidad, que a su vez genera tensiones geopolíticas.
Lo cierto es que considerar a la migración como solución a la escasez de mano de obra conlleva facilitar aspectos de integración social, respetar los derechos humanos y las normas laborales internacionales, además de aplicar modelos regionales, integradores y dignos. De esta forma, el fenómeno migratorio se materializaría como uno de los factores de desarrollo sostenible más importantes.
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