“La transformación de México es un proyecto de nación, no de un solo sexenio”: Andrés Manuel López Obrador
Prospectiva
¡Fue Claudia! El miércoles pasado, luego de una larga jornada para hacer el recuento de las cajas que contenían las expresiones a favor de las seis corcholatas que participaron en el proceso para elegir al nuevo coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación, de acuerdo al guion diseñado por el líder moral de Morena, el resultado fue claramente favorable para Claudia Sheinbaum, ganadora en un proceso que si bien es cierto tuvo sus complicaciones, para nada justifica la reacción de Marcelo Ebrard quien luego de calificar al dirigente de Morena de “cobarde”, decidió retirarse a la cueva para reflexionar sobre su futuro.
No aguantó hasta el día de hoy para tomar una decisión, el día después, el jueves 7 de septiembre, no obstante que López Obrador, en su carácter de líder de Morena le pidió serenarse y no abandonar al partido, ese mismo día acudió a los medios de comunicación para ratificar su molestia, para señalar que el proceso debería repetirse, y, en concreto, para anunciar que su futuro está fuera de ese partido. “Andrés Manuel habría hecho lo mismo si le hubieran hecho lo mismo que a mí”.
Algunos de sus cercanos califican este berrinche como un acto de valentía, como una reacción a quien merecía otro trato. Sin duda, esos todavía fieles escuderos, creen, como Marcelo, que el tabasqueño se la debía, que ahora a él le tocaba, en una especie de pago por favores del pasado.
Lo cierto es que los sondeos no le favorecieron. Claudia le ganó por dos dígitos. Lo dicho por el ex canciller en los últimos días, de que él estaba arriba en los sondeos era una visión derivada de su creencia a ciega en sus propias encuestas. La terca realidad se impuso. Cuatro de los participantes en este proceso levantaron la mano de Claudia y le externaron su apoyo. Destaco el mensaje de Adán Adán Augusto López Hernández que con gran clase, que en política nunca sobra, dijo: “El presidente tiene razón. El pueblo decidió. Y hoy reconozco y felicito a mi compañera Claudia Sheinbaum”.
El discurso de los cuatro contrincantes, que no enemigos, fue amable y de reconocimiento para quien procuró no denostar a nadie, mucho menos a quien se empeñó en denunciar acarreos y manejo de fondos públicos. Claudia eludió el enfrentamiento y se concentró en cumplir al pie de la letra el papel que le toco en el guion que le prometía el papel estelar.
Sin embargo, el ruido provocado por el ex canciller ha permitido a los de enfrente a calificar de “farsa” este proceso. Bueno, hasta Alito, con total descaro entró en esa dinámica cuando luego de lo que le hizo a su correligionaria, a Beatriz Paredes, debería mantenerse callado.
No pocos comentócratas hablan de “dedazo”, pero muchos otros reconocen que al no haber otro modelo porque el marco electoral es omiso de mecanismos para la elección de candidatos, el proceso establecido por Morena es inédito. Algunos señalan que el INE o el TFE debería establecer las bases para la celebración de elecciones primarias.
Ridículo que Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI califique el proceso sucesorio de Morena, como “un rotundo fracaso”. Debería callarse y no ser cínico. El proceso del FAO se descarriló y decidieron levantarle el brazo a su candidata sin haber recorrido toda la ruta. En pocas palabras, Xóchitl ganó el maratón cortando terreno, como le enseño uno de sus asesores de cabecera: Roberto Madrazo.
¿Se irá Marcelo? Creo que ello es inminente. Se lo dijo a Carmen Aristegui, el mismo jueves que le manifestó a Ciro Gómez Leiva que “no hay cabida para mí en ese partido”. ¿Será candidato Independiente? No. El jueves se cerró el registro. ¿Candidato a la presidencia por Movimiento Ciudadano? En medio de la crisis provocada por el gobernador de Jalisco empeñado en que MC se alíe con el Frente Amplio por México, pareciera ser una alternativa para quien el mismo miércoles expresó: “No nos vamos a someter a esa señora”. El dilema de Ebrard tiene dos vías: romper con López Obrador o negociar la paz.
El “camachismo” de Ebrard nos obliga a recordar al que fue su maestro, Manuel Camacho Solís, quien hizo una rabieta similar cuando, en noviembre de 1993, Carlos Salinas de Gortari se decantó por Luis Donaldo Colosio Murrieta. Marcelo, por cierto, le aconsejó a Camacho no romper la cuerda. Salinas lo nombró secretario de Relaciones Exteriores. Lo que sigue de la historia es bien conocido. Luego del asesinato del candidato del PRI, esas rabietas lo sacaron de la jugada. Ernesto Zedillo Ponce de León, recibió la estafeta. La historia se repite. No aprendió la lección.
Marcelo Ebrard hace hoy lo mismo. El segundo lugar le garantizaba un espacio en el siguiente sexenio ¿Líder del Senado? Pero todo parece indicar que entendió a su modo el mensaje de Claudia: “La puerta está abierta? Sí, para entrar y trabajar en unidad, pero también para salir y seguir su propio camino. Esta parece ser la opción que ha escogido el ex canciller.
¿Acuerdo consensuado con AMLO? Algunos especulan que se va porque hay acuerdo previo, y que ser candidato de MC le quitará votos al Frente Amplio Opositor. Son lucubraciones que con el tiempo se discernirán. No sólo Marcelo le puede quitar votos a Xochitl, también el aspirante a ser candidato independiente, el actor y productor Eduardo Verástegui, dirigente de un partido ultraderechista que tiene como guía a VOX, partido ultra conservador español que en las elecciones del 23 de julio perdió 34 escaños haciendo imposibles los anhelos del Partido Popular de llegar a la Moncloa.
“Por el bien de México: Primero los pobres” Andrés Manuel López Obrador
Como ocurrió en el epílogo del Mundial Femenil de Futbol realizado en Australia, el beso impropio del presidente de la Real Federación Española de Futbol. Luis Rubiales a la futbolista Jenni Hermoso, han ocupado más espacio que el reconocimiento al mérito deportivo de la selección femenil; el exabrupto de Marcelo a opacado la victoria de Claudia cuyos méritos encontraron eco en los encuestados.
Coincido una vez más con lo señalado por Jorge Zepeda Patterson (El País.06.09.2023) “Claudia es candidata presidencial de obradorismo porque desde la primer día fue la favorita del grueso de los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador y del circuito que la rodea”. A estas alturas resulta inutil entrar en una polémica sobre si ella fue siempre la favorita. También resulta tiempo perdido entrar en el debate con los contras que hablan de un “dedazo” y no reconocen que el proceso que estableció el líder moral de Morena conllevaba riesgos, sí, pero pese a ello se optó por escuchar la voz de la gente.
“Siempre he apoyado a Claudia”, dijo quien el jueves pasado acudió al mismo escenario donde estableció las bases para el proceso que ha concluido con la entrega del bastón de mando a su sucesora. Ella será ahora la responsable de darle continuidad al proyecto de nación diseñado por el tabasqueño. La tarea, lo hemos dicho en este espacio, será compleja. Para que la doctora Claudia encuentre la fórmula para cumplir con ese encargo, primero que todo debe tejer una alianza capaz de fortalecer a un partido que todavía no lo es.
Como Lázaro Cárdenas en 1938, la ex jefa de Gobierno deberá encontrar la fórmula para que el movimiento de regeneración nacional se institucionalice pero sin burocratizarse, sin seguir las secuelas de aquellas formaciones políticas que hicieron a un lado a sus bases al tiempo que se anquilosaron y perdieron la brújula, incluso sus fundamentos ideológicos.
Mencioné a Cárdenas, al general, no para hacer eco de las voces que señalan que Claudia, como el michoacano, romperá con el que hoy le entrega en bastón de mando. Andrés Manuel no está dando paso a un “Maximato” sino garantizando la continuidad de un proceso de transformación que apenas puso las cimientes, las primeras piedras de un edificio que para ser sólido debe sustentarse en los principios que le permitieron no sólo llevar a la presidencia a su líder. Un movimiento que hoy gobierna 23 entidades federativas y controla muchos de los congresos de esas entidades.
Xóchitl Gálvez presume que lo que la ha llevado a ser la abanderada del frente opositor “es tener personalidad propia, ser disruptiva, outsider”. La candidata del Frente amplio jura no estar casada con los planteamientos de la ultraderecha, si bien su historia de aparente autonomía partidaria la une más a los que quieren volver al pasado que consolidar un futuro que garantice la igualdad, la equidad y la inclusión.
Su futuro está ligado a liderazgos partidistas que no conllevan buenas opiniones ni concitan la confianza de la población. Ella misma ha confesado que durante sus giras y encuentros con la sociedad no fueron pocos los que le pidieron tomara distancia de partidos que no garantizan nada, que no generan confianza.
Del otro lado, Claudia tiene el respaldo de un presidente que goza de más del 60 por ciento de apoyo popular. De un movimiento que gobierna a un 61% de la población del país. El currículum de Claudia evidencia su independencia como persona pero, al tiempo, garantiza su compromiso con un proyecto de nación, el que hace más de tres décadas impulsa Andrés Manuel López Obrador.
La sociedad decidirá el 2 de junio del 2024, en un contexto democrático; y en ese escenario solo existen dos vías: votar por quien garantice la continuidad con cambio responsable que ha permitido reducir la pobreza, revertir la marginación y darle a la población, especialmente a los que menos tienen, una esperanza real de que todo puede ser mejor. Seguridad, estabilidad económico y cuidado del medio ambiente, constituyen la triada que enmarca el proyecto de nación que en próximas horas habrá de hacer suyo la corcholata ganadora.
“Seguro que esta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La oligarquía financiera se ha dado cuenta definitivamente de que no puede detener la marcha triunfal hacia la conquista del poder político de los sectores sociales decididos a poner fin a las cadenas de esclavitud en que ha tenido al país” Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973
Se cumplen hoy cincuenta años del Golpe de Estados perpetrado por los Estados Unidos, el Ejército y la oligarquía chilenas que, a lo largo de tres años, desde la toma de posesión (1970) del primer presidente socialista (Salvador Guillermo Allende Gossens) que asumía el cargo por la vía democrática, pusieron en operación un plan orientado a poner punto final a un proyecto de nación que contravenía los intereses de Washington y de los pequeños, pero muy poderosos aliados de la extranjería.
Desde 1970 hasta 1980, el Plan Condor fue la guía de acción para bloquear cualquier intento de las izquierdas latinoamericanas de acceder al poder afectando los intereses estadounidenses y de sus aliadas las oligarquías locales. La Operación Cóndor fue una operación encubierta de coordinación entre las dictaduras militares de varios países de América Latina, incluyendo a Chile, con el objetivo de perseguir y eliminar a opositores políticos y disidentes.
Esta operación se desarrolló en un contexto de Guerra Fría, donde las dictaduras militares en América Latina, muchas de las cuales contaban con el apoyo de Estados Unidos, buscaban eliminar la influencia de movimientos de izquierda y opositores políticos muchos de ellos siguiendo la línea marcada por el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959.
Chile, bajo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), desempeñó un papel importante en la Operación Cóndor. La Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de Chile, dirigida por Manuel Contreras, colaboró estrechamente con las agencias de inteligencia de otros países. La operación implicó la detención, tortura y asesinato de miles de personas consideradas como «subversivas» por los regímenes militares. Muchos de estos crímenes se llevaron a cabo en secreto.
Los países que participaron en la Operación Cóndor compartían información de inteligencia y colaboraban en la persecución de opositores políticos que habían cruzado las fronteras. Esto llevó a secuestros y asesinatos de disidentes en el extranjero.
A medida que las democracias regresaron a algunos países de América Latina, se reveló la magnitud de los abusos cometidos durante la Operación Cóndor. En Chile, se han descubierto numerosos casos de desapariciones y asesinatos, y muchos de los responsables han sido condenados. Esta operación es considerada uno de los capítulos más oscuros de la historia de América Latina, caracterizado por violaciones generalizadas de los derechos humanos y la represión política. Su legado aún afecta a muchas personas y sociedades en la región.
“La revolución no pasa por un camino tranquilo, ni tranquilo es el camino de la revolución” Salvador Allende
El golpe de Estado en Chile, perpetrado el 11 de septiembre de 1973, fue el resultado de una acumulación de tensiones políticas, económicas y sociales. Durante la década de 1960 y principios de 1970, Chile experimentó un clima de polarización política y agitación social. La creciente desigualdad económica, la nacionalización de industrias clave y las políticas de reforma impulsadas por el presidente Salvador Allende generaron conflictos con sectores conservadores y poderosos intereses.
Su administración estuvo marcada por una serie de reformas radicales, incluyendo la nacionalización de la industria del cobre y la implementación de políticas de redistribución de la riqueza. Estas medidas generaron resistencia entre la élite empresarial, las clases medias y sectores de las Fuerzas Armadas, quienes temían una radicalización del país y la pérdida de influencia.
Durante el gobierno de Salvador Allende hubo una tensión significativa entre su administración socialista y los intereses de Estados Unidos. Esta tensión se exacerbó por la nacionalización de industrias clave (como la del cobre) y políticas de reforma social por él implementadas. La intervención de Estados Unidos fue un punto controvertido en la historia de Chile y la política internacional, y tuvo profundas repercusiones en el país.
Richard Nixon era el presidente de los Estados Unidos en ese momento y Henry Kissinger era su asesor de seguridad nacional y, posteriormente, secretario de Estado. Ambos desconfiaban de Salvador Allende y su gobierno socialista, debido a su orientación política y sus vínculos con la Unión Soviética. Preocupados por la influencia comunista en América Latina, Nixon y Kissinger respaldaron activamente los esfuerzos para desestabilizar el gobierno de Allende y promover un golpe de Estado.
Kissinger dirigió la política hacia Chile, implementando la «opción militar» que buscaba debilitar la economía chilena y apoyar a grupos opositores. Nixon, por su parte, autorizó la CIA para que apoyara a los opositores y trabajara con la inteligencia chilena para minar al gobierno de Allende.
La crisis económica, el desabastecimiento y la inflación erosionaron el apoyo popular al gobierno de Allende. Además, los sectores opositores se unieron en un frente común y comenzaron a conspirar activamente para socavar su gobierno. La «Marcha de los Tanques» (1973), en la que militares tomaron las calles de Santiago, demostró la división interna en el país. Las fuerzas externas e internas buscaron a toda costa “demostrar” la incapacidad del gobierno para mantener la orden pública. La ingobernabilidad fue la mejor arma para debilitar el apoyo de un gobierno que basaba su fuerza en el apoyo popular.
El 11 de septiembre de 1973, hoy hace cinco décadas, un golpe de Estado militar derrocó al gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. El ejército, liderado por el General Augusto Pinochet, tomó el control del país a través de una serie de bombardeos aéreos y asaltos a edificios clave.
El Palacio de La Moneda, donde Allende se encontraba, fue atacado. El mandatario y sus incondicionales se perpetraron y lucharon para detener el ataque, lo cual fue imposible. El mandatario emitió su último mensaje al pueblo chileno: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Luego de ello, Salvador Allende se quitó la vida, no como un acto de cobardía, sino como una razonada y valiente decisión que evitaría que, en vida o muerto, se le exhibiera como trofeo por aquellos que ese día traicionaban a la patria y ponían en pausa a la democracia chilena durante los 16 años que duró la dictadura de Augusto Pinochet. Su régimen se caracterizó por la represión política, la censura de medios, la persecución de opositores y la violación sistemática de los derechos humanos.
Durante su gobierno, miles de personas fueron detenidas, torturadas y asesinadas. El régimen de Pinochet tuvo un impacto duradero en la sociedad chilena. Aunque implementó políticas económicas neoliberales que impulsaron el crecimiento económico, también exacerbó la desigualdad y dejó cicatrices profundas en la memoria colectiva del país.
Tras su salida del poder en 1990, luego de un referéndum ordenado desde Washington, Chile inició un proceso de transición a la democracia, marcado por la búsqueda de justicia para las víctimas de la dictadura y la reconciliación nacional.
A un poco más de tres décadas de la transición a la democracia, Chile ha luchado por revertir las enormes desigualdades derivadas de una dictadura que entronizó el autoritarismo como norma de gobierno, y que si bien tuvo logros indiscutibles en materia económica y financiera, siguiendo al pie de la letra las recetas impuestas desde Washington, prohijó la concentración de la riqueza en pocas manos y la presencia extranjera que recuperó enclaves económicos muy redituables, al tiempo que la pobreza se exponenciaba lo que hizo crecer las demandas sociales.
La llegada de Gabriel Boric a la presidencia en 2022, un joven político de izquierda con un discurso que busca recuperar muchos de los planteamientos vigentes del allendismo, se ha enfrentado a una dura muralla, la que hizo lo necesario para manda a la congeladora un proyecto de constitución cuyo objetivo central era sustituir a la heredada del período de la dictadura.
Quienes votaron por una nueva Carta Magna manifestaron su rechazo a lo entregado por un constituyente dominado por la izquierda. Ahora, es una mayoría de derecha la que domina el Congreso (al igual que sucedió en el gobierno de Allende) la que redactará una nueva Carta Magna. A más de tres décadas de la transición a la democracia, Chile es una nación polarizada donde una parte de la población dice que el autoritarismo es bueno, pero que al tiempo hay que atender los principales problemas sociales.
“La historia es nuestra y la hacen los pueblos” Salvador Allende
Al igual que otras dictaduras, la chilena dejó una estela de desaparecidos. Gabriel Boric ha dado un paso que no ha gustado a muchos, como ocurrió en España con los franquistas, o en Argentina con los defensores del triunvirato de la muerte de la dictadura de 1976 a 1981. En la nación andina se buscarán a más de un mil desaparecidos. “La mayor apuesta de Boric a 50 años del golpe militar”, que se sustenta en un Plan Nacional de Búsqueda de los Detenidos Desaparecidos en Dictadura.
La semana pasada, “El País” publicó un reportaje en el marco de los 50 años del Golpe de Estado en esa nación andina. En ese artículo se señala que esta conmemoración (para algunos, aunque usted no lo crea, “celebración”), evidencia las grietas profundas de un “Chile eléctrico”. En este contexto resalta la sentencia del “caso Víctor Jara” a medio siglo de su homicidio que “junto al suicidio de uno de los exmilitares condenados desvelan las fracturas de un país donde no hay consenso en condenar el golpe de septiembre de 1973”.
Vale la pena recordar que el chileno Víctor Jara, cantautor, compositor y director de teatro, nacido en 1932, es reconocido por su música comprometida con las causas sociales y políticas. Durante el gobierno de Salvador Allende se convirtió en un símbolo de la resistencia popular. Fue arrestado y asesinado durante el golpe militar que derrocó a Allende. Hasta nuestros días perdura su legado a través de sus canciones y la influencia en la música y la lucha por los derechos humanos.
Ya que andamos por este tema de la música folclórica chilena cabe recordar a Violeta Parra. Si bien es cierto que Violeta y Víctor no tuvieron una colaboración musical directa, ambos compartieron un profundo compromiso con la música folclórica chilena. Ella influyó en la carrera de Parra que admiraba su trabajo. Recordemos que la cantautora y folclorista murió trágicamente por suicidio el 5 de febrero de 1967.
“Siempre estaré dispuesto a dialogar con quienes lo deseen, a escuchar a quien tenga críticas que hacerme, a recibir consejos, a admitir errores” Salvador Allende
Como colofón a este recordatorio del cruento golpe de Estado en Chile, me parece adecuado reproducir parte de la columna escrita por la extraordinaria mujer y magnífica presidenta de la República de Chile, Michelle Bachelet, publicada el 30 de agosto pasado en el diario español “El País”.
La ex funcionaria de la ONU señala: “En 1973 la política fue derrotada y eso es algo que no puede volver a ocurrir. La desconfianza en ese entonces hizo imposible llegar a acuerdos, de lo que debemos aprender”.
Quien fuera mandataria de su país en dos ocasiones, considera que, a 50 años del golpe de Estado, “es necesario revisar mínimos comunes para poder proyectarnos como país hacia los próximos 50 años, porque la historia hay que comprenderla para no repetirla”.
Menciona algo que justifica el por qué en esta Prospectiva remembremos este hecho lamentable: “Cuando hoy hablamos del golpe de Estado, debemos entender que el 70% de los chilenos y chilenas (de los mexicanos y mexicanas) no había nacido hace 50 años”.
Es muy cierto, como bien dice Michelle Bachelet, “los que fuimos testigos de esos hechos brutales, somos una minoría en nuestro país”, por lo mismo, concuerdo con ella, “tenemos una responsabilidad con la memoria porque eso nos permite como sociedad reconocernos en el presente, y conectar el ayer con el mañana”.
En estas horas en las que las discordancias, los desacuerdos con las formas de gobernar. En estas horas de polarización y desencuentros en los que es común oír que es necesaria la mano dura, o sacar de Palacio al que gobierna de cualquier manera, aunque haya llegado democráticamente, como lo hicieron Francisco I. Madero, en 1911, y Salvador Allende en 1970, “un golpe de Estado no puede justificarse jamás”.
Bachelet descarta que esa alternativa pueda formar parte de las opciones que tienen las naciones para resolver sus diferencias, “porque no es más que la forma de aplastar un Gobierno y aterrorizar a un pueblo”. Para ella, así debería ser para todos, la política, en términos simples, “consiste en procesar nuestras diferencias de manera pacífica, respetando las libertades y visiones de unos y otros; es clave entender las limitaciones y ponerse de acuerdo en cuestiones básicas”.
La gran lección del golpe de Estado de septiembre de 1973 que hoy remembramos a 50 años de distancia, es que “la dictadura no hizo más que confirmar el enorme abismo que separa una democracia, con todas sus imperfecciones, y un régimen que recurre a la fuerza más brutal para eliminar las libertades civiles y políticas básicas”. Como Winston Churchill, como Michelle Bachelet, debemos aceptar que la democracia no es un sistema perfecto, pero es el mejor sistema que tenemos. “Es un sistema que cuenta con herramientas e instituciones para corregir sus fallas”.
La mejor manera de honrar a Salvador Allende y su legado, es con un rotundo no al golpe de Estado como alternativa. En cambio, con un rotundo sí a la democracia, a la que “se construye con en un diálogo entre miradas plurales y diversas en donde la autocrítica y la crítica honesta son bienvenidas en cualquier proceso político; son, de hecho, una de las armas de la democracia”.
Ojalá esta idea permee en nuestro país durante el largo trayecto que habremos de recorrer para llegar a las urnas el 2 de junio de 2024 para elegir a quien habrá de gobernar esta Nación con una visión de futuro puesta en la gente, en toda la gente.