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La otra sociedad, la que vive del crimen

La otra sociedad, la que vive del crimen

Los niveles de violencia y de atrocidad con que se están desarrollando masacres en México son de focos rojos, de una alarma social.

Por: Norberto Vázquez

Estas líneas que está usted por leer estimado lector, están escritas con un enojo sin precedentes. Ver todos lo días la barbarie con que opera el crimen organizado, está saliendo de los límites sociales y de convivencia humana.

Una sociedad que comienza a dar indicios de que se está pudriendo. Pero ya no es la pobreza la que provoca los males de esta sociedad, ahora es el libertinaje, de los que quieren tenerlo todo a costa de matar, robar, extorsionar, violar, que arrebatan, que tiran bala porque su miseria humana es satisfacer sus necesidades quitándole al otro, al que trabaja, al emprendedor. El mundo al revés.

Baste ver como la barbarie se ha vuelto cotidiana y nos ha tocado aprender la geografía de México a través de la violencia, porque nos enteramos de la existencia de pueblos y municipios por las masacres y los horrores que ocurren en estos lugares.

La vorágine de violencia extrema que asola a nuestra sociedad es ciertamente cuantificable (con todo y sus cifras negras). Pero aun no es medible en términos cualitativos, en concreto, en cuanto a sus efectos sociales, culturales, familiares, comunitarios, económicos a mediano y largo plazo.

Son personas insertadas en la sociedad, las mismas que están afectando a millones por su insensatez y cobardía para trabajar. Matan a empresarios, a ciudadanos que extorsionan, a políticos, policías, a la gente que trabaja. ¿Qué día lo permitimos? ¿Qué día dejamos ir la sociedad de nuestros padres? ¿Cuándo dejamos que los ignorantes con pistolas se apoderarán del país? ¿De vidas? ¿De proyectos? ¿De la tranquilidad? ¿De la libertad?

Es necesario que esta vorágine llegue a su fin, mientras dure, no será posible evaluar sus efectos en la vida de nuestra sociedad, por que se sigue descomponiendo.

Que podemos decir del ataque armado ocurrido en la delegación de San Vicente, que dejó un saldo de 9 heridos y 10 personas muertos, donde el Gobierno de Ensenada informó que se mantiene en estrecha coordinación con la Fiscalía General del Estado de Baja California, a fin de coadyuvar en las indagatorias que lleven al esclarecimiento de los hechos.

El alcalde de Ensenada, Armando Ayala, lamentó el ataque perpetrado contra corredores que participaban de las actividades del evento denominado “Cachanillazo”.

Mataron a esas personas —independientemente si eran narcos— a la luz del día, sin temor a nada…¿pues cual autoridad?

Del otro lado del país, la madrugada del viernes pasado, sicarios que se identificaron a sí mismos como miembros de un grupo llamado Gente Nueva, arribaron al bar Los Indios, ubicado en el municipio de Papantla, Veracruz.

En unos segundos recorrieron el lugar y abrieron fuego contra personas que se hallaban en ese sitio. “En el baño, a la vieja en el baño”, “Papantla ya tiene dueño, pura Gente Nueva” y “venimos por todos los chapulines”, se escucha en una grabación subida por los asesinos horas más tarde.

Mataron a las personas peor que a perros.

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Unos días antes, elementos de Seguridad Pública habían hallado bolsas negras con dos cabezas humanas en diferentes lugares del centro de Papantla. Según testigos, cuatro hombres las habían arrojado. Más tarde aparecieron en otra calle más bolsas: contenían extremidades humanas. Una de las víctimas fue identificada como Andrea “N”, hija de un policía ministerial de Papantla.

Se supo que las dos víctimas habían sido extraídas por la fuerza de un bar de la calle Juan Enríquez.

A principios de año, un hombre que se identificó como “Comandante Sierra” anunció la llegada del Cártel Jalisco a los límites de Veracruz y Oaxaca. “No se permiten bolsas sin sello de nuestro empresa, nadie trabaja por su cuenta, apoyamos a quien está firme con nosotros y a los que no se los va a cargar al chingada”, anunció en un video.

Estos tipejos, disputan el trasiego de drogas, el robo de hidrocarburos, el secuestro, la extorsión, el robo a transporte de carga, el robo de vehículos, el abigeato, el narcomenudeo y el tráfico de indocumentados. Bola de rufianes, huevones  buenos para nada.

Como lo notó esta columna contiene un poco de enojo, porque desde niño nunca me imaginé un país así, me lo imaginaba con más brillo, con más libertad, con más empleo, con menos rufianes y con más alegría. Va pues un tributo a los que siempre hemos creído en la fortaleza humana, en los que siempre hemos creído que se puede hacer una sociedad más justa, más empática y más solidaria. Que así sea.

rita

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