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“Hay intelectuales que, impermeables a la realidad, pronto se evaden de ella, y de actores fracasados se convierten en implacables jueces, por supuesto, con la tinta y el papel, con la lengua y en la cátedra si no es que, en el café, probando así que en la acción política no les guiaba el deseo de ser, sino el afán de parecer”: Jesús Reyes Heroles

“Hay intelectuales que, impermeables a la realidad, pronto se evaden de ella, y de actores fracasados se convierten en implacables jueces, por supuesto, con la tinta y el papel, con la lengua y en la cátedra si no es que, en el café, probando así que en la acción política no les guiaba el deseo de ser, sino el afán de parecer”: Jesús Reyes Heroles

“Hay intelectuales que, impermeables a la realidad, pronto se evaden de ella, y de actores fracasados se convierten en implacables jueces, por supuesto, con la tinta y el papel, con la lengua y en la cátedra si no es que, en el café, probando así que en la acción política no les guiaba el deseo de ser, sino el afán de parecer”: Jesús Reyes Heroles
Prospectiva

Mañana martes 8 de noviembre habrá elecciones intermedias en los Estados Unidos. El panorama para los demócratas, que hace solo dos años festejaban el triunfo que los regresó a la Casa Blanca, que mantuvieron una diferencia mínima en la Cámara de Representantes, y un empate 50/50 en la Cámara de Senadores, con el voto de calidad de la vicepresidente Kamala Harris, llegan a esta cita con las urnas con mínimas posibilidades de repetir el resultado del 2020.

Las encuestas son coincidentes, anticipan una victoria republicana que les devolvería la mayoría en ambas cámaras. ¿Por qué este mal resultado para un mandatario que obtuvo más de tres millones de votos que su oponente, el republicano Donald Trump? La respuesta es muy simple, Joe Biden ha estado muy lejos de cumplir las expectativas de los electores, de los que sufragaron por él, y, mucho menos, de los aquellos que no le obsequiaron su voto hace dos años. Muchos de estos últimos, además, siguen manteniendo firme en la mente la idea del fraude electoral que les vendió el rubio político neoyorquino que en estos días de campaña ha basado su discurso en ese mismo argumento, señalando que sus oponentes están “fraguando un nuevo fraude”. Ha anticipado que es “muy, muy seguro” que este en las listas el 2024.

Si bien es cierto que el mandatario demócrata no se ha quedado de brazos cruzados, sabe que el resultado no será directamente proporcional a las millas recorridas. Ha caminado por varios estados de la Unión Americana llevando un discurso con dos componentes principales: los efectos de la crisis pandémica y postpandemia, abundando en las estrategias que su gobierno ha impulsado, con todo y las resistencias republicanas, para enfrentar una crisis económica severa que llega acompañada de elevadas tasas inflacionarias y el peligro de una recesión.

“No te comprometas con nadie”

Vigésima Ley del Poder 

Robert Greene

Para el inquilino de la Casa Blanca debe ser frustrante observar cómo los beneficiados con miles de millones de dólares de apoyos financieros le están dando la espalda. Biden no ha estado sólo en esta cruzada a favor del voto; para no variar ha reaparecido en escena, como hace dos años, el expresidente Barack Obama, quien ha encabezado varios mítines en distritos con mayor presencia afroamericana. En esos eventos ha podido constatar la molestia, la frustración de muchas personas que, además de haber perdido a familiares y amigos por la pandemia, también han visto reducidos sus estándares tanto por la pérdida de empleos como por el aumento de los precios.

Se dice de manera recurrente que los estadounidenses no votan con la cabeza, sino con la cartera. En tiempos de bonanza son capaces de perdonar todo (a Clinton y sus excesos, por ejemplo), pero cuando las vacas están flacas, es otro cantar. Insisto, todo indica que el esfuerzo de los demócratas no tendrá la tasa de retorno por ellos esperado.

El porcentaje de votantes a favor de los republicanos está aumentando, fortaleciendo la tesis de que, a partir del primer día del 2023, cuando entre en funciones el nuevo Congreso, Biden tendrá el legislativo un muro infranqueable, Este escenario no será nuevo para el demócrata a quien, desde el primer día de su gestión, le quedó claro que la relación con la oposición republicana no sería nada fácil; no, no lo ha sido y, desde luego, no los será si se confirman los datos  que arrojan varias encuestadoras de opinión.

En los primeros dos años de su administración, Biden ha tenido que lidiar con los republicanos que le han hecho la vida de cuadritos, también con algunos de sus correligionarios. El mandatario ha alcanzado algunas victorias pírricas, ganado algunas batallas, sí, pero no la guerra. Así las cosas, insisto, si nos atenemos a lo que las encuestas anticipan, Biden seguirá ocupando su alcoba presidencial, pero, no podrá dormir tranquilo los próximos dos años.

El 2024 está a la vuelta de la esquina. ¿Será Trump el candidato republicano? Al momento no se observa a nadie que con mayores posibilidades. El “trumpismo” se ha fortalecido sustentado en un discurso ultraconservador que abreva en las exitosas experiencias que se están dando en otros países. Se equivocan los que piensan que no hay vasos comunicantes entre todos los partidos de derecha radical. Los triunfos de esas formaciones políticas en Hungría, Polonia, Suecia, Francia y España son catalizadores para los republicanos de Estados Unidos empeñados en defender a capa y espada, no es una alegoría, las tesis supremacistas, misóginas, posturas antiinmigrantes y la defensa de un Estado mínimo, acotado como les gusta a los neoliberales.

Se llega a estas elecciones intermedias en medio de una peligrosa polarización que nos muestra a una nación dividida, tanto o más que en los tiempos de la “Guerra Civil” (1862-1867). De un lado están los liberales demócratas claramente divididos. De un lado los que pujan por mantener un modelo conservador opuesto a cualquier propuesta que ponga en peligro el orden.

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“Estamos de acuerdo con la modernización, pero nos inquietan mucho los cambios”, es el discurso de republicanos y demócratas quienes se oponen a las tesis radicales (calificadas de socialistas) impulsadas por políticos de izquierda como el senador Bernie Sanders o la vicepresidenta Kamala Harris, por cierto, hundida en el ostracismo, generando justificada preocupación en aquellos que la consideraban un valioso relevo generacional.

Si bien Biden insiste en estar en las boletas en dos años, la realidad es que sus posibilidades de triunfo son muy bajas. Es tiempo que los demócratas se pongan las pilas o, de lo contrario, tangan listas las llaves de la Casa Blanca para entregárselas, en enero del 2025, a sus opositores. Bueno, eso si no es que Trump se quedó con un juego de duplicados en el bolsillo.

Al interior del partido demócrata, no se puede ocultar, hay una confrontación grave entre los partidarios de un modelo mesurado, conservador, que quiere evitar a toda costa una ruptura con los republicanos: Esa postura, desde luego, no la comparten ni Bernie Sanders, ni Kamala Harris.

Esta polarización, provocada y estimulada por Donald Trump con su discurso radical, de extrema derecha, ha calado hondo. Esta narrativa no ha sido combatida con éxito por los demócratas. Signo evidente de esta polarización es el artero el ataque perpetrado la semana pasada por un fanático adepto a Donald Trump que arremetió a martillazos contra el esposo de la figura más emblemática del partido demócrata, Nancy Pelosi. El ataque estaba originalmente dirigido a ella. Como ocurrió el 6 de enero del año pasado, se Nancy se ha convertido en el foco de los ataques de los radicales republicanos.

La polarización, lo hemos señalado en este y otros espacios, este radicalismo, que es capaz de incentivar acciones como las ocurridas en la Epifanía de los Reyes Magos del 2021, se está enraizando a nivel mundial. En Brasil no fue la excepción. Esta crispación estuvo presente en todo momento a lo largo de la contienda electoral, y, desgraciadamente, seguirá viva por mucho tiempo más.

Luego de dos intensas campañas, la de la primera vuelta, en la que Lula no pudo alcanzar la mayoría absoluta necesaria para ganar, por lo que tuvo que recurrirse a una segunda vuelta contemplada en la Constitución Política de esa nación.

Por más de tres semanas, Lula y el presidente en funciones, Jair Bolsonaro, salieron nuevamente a la calle, realizaron debates televisivos y estuvieron enfocados en alcanzar el número de votos necesarios para ganar. Nos equivocamos, los encuestadores y los que pensamos que el candidato de la izquierda tendría un día de campo den este proceso.

Bolsonaro demostró que cuenta con un apoyo muy importante de brasileños que compraron su discurso ultraconservador. Jair, un político con 21 años de experiencia, perdió, sí, pero seguirá vivo políticamente hablando. Su negativa a aceptar su derrota ha sido bien recibida por sus adherentes que bloquearon carreteras de donde fueron removidos por la fuerza pública por instrucciones del Supremo.

Lula logró que los cuatro candidatos de las izquierdas que no habían obtenido el número de sufragios suficientes para seguir en la pelea pidieran a sus votantes sufragar por él. ¿Era esto suficiente? No del todo, pero, al fin y al cabo, el domingo antepasado, Inacio Lula da Silva se convirtió, por tercera ocasión, en presidente de esa nación luego de vencer, por una mínima diferencia, 51-49% a Jair Bolsonaro en esa segunda vuelta.

“Estamos en contra de los crustáceos de la cultura, de aquellos que en su caparazón hallan el medio de eludir su responsabilidad ante la sociedad, de aquellos que, en su caparazón, de ficticio bienestar, de egoísta ambición, hallan la manera de evadirse de la sociedad en que viven”: Jesús Reyes Heroles

No obvio comentar que, en las horas de incertidumbre por la mudez del presidente sobre el resultado de los comicios, éste estuvo reunido con la plana mayor del Ejército, incluido un general que fue su candidato a la vicepresidencia.

Finalmente, imperó la cordura. Eso sí, Jair no aceptó el resultado, justificó las tomas de carreteras como una muestra de “enojo de quienes no aceptan un resultado injusto”, pero se declaró respetuoso de la Carta Magna y dio paso al inicio de la transición que culminara el 1 de enero del 2023, cuando Lula asuma formalmente la primera magistratura del Estado brasileño.

El que fuera limpia botas, obrero, líder del Partido del Trabajo, “el hijo de doña Lindú”, narra Naira Galarraga Gortázar (“El País”. 30 octubre 2022), vuelve a hacer historia. Que paradoja, Lula obtuvo 60 millones de votos, el número más alto obtenido por un candidato presidencial, sin embargo, su victoria se ha dado con la diferencia más minúscula de la historia.

El hombre, el político que llevó a Brasil al cénit económico, al liderazgo en la región, vuelve a la presidencia casi tres años después de salir de la cárcel donde estuvo casi un año preso, acusado de corrupción por su supuesta participación en el caso “lava jato”. Luego de ser exonerado de esas acusaciones, lo que él y sus seguidores calificaron como “un acto de justicia”, prometió volver a la política y buscar la presidencia de la República. Ha cumplido con su objetivo.

A los 77 años, Lula ha cumplido su objetivo, sí, pero en un escenario y con una prospectiva muy diferente a la que se tenía cuando, luego de tres fallidos intentos logró ganar la presidencia y reelegirse. Esos tiempos no son estos tiempos. Su promesa de campaña de revertir las desigualdades, la pobreza que ha crecido como la hiedra, haciendo de las favelas las zonas más pobres de la región, puede convertirse en nada si no logra establecer una relación respetuosa y colaborativa de la derecha que domina el parlamento. Será, sin duda, un gobierno dividido cuyo mayor riesgo el de generar parálisis gubernamental, escenario bien conocido en nuestro país.

Sin pecar de pesimista, es necesario señalar que el escenario no es halagüeño. Serán los dos próximos meses muy tensos, derivado del comportamiento del presidente saliente que con su postura negaciónista, provoca que sus adherentes no cejen en su empeño de revertir el resultado de unas elecciones, en extremo reñidas, con una diferencia mínima que da sustento a Bolsonaro, y a sus aliados, para generar discurso radical que genera incertidumbre; que tendrá efectos negativos para la economía brasileña, acrecentando la polarización, ampliando la división hoy marcada esta elección que ha dibujado un escenario totalmente galvanizado.

Lula navegara sobre agus turbulentas. Estas formaciones políticas se han multiplicado a nivel planetario. Un clima, nada diferente al que se ha vivido en los Estados Unidos en los dos últimos años. Joe Biden sabe de ello. Ha tenido que lidiar no sólo con la oposición de los republicanos en ambas cámaras, también, con sus propios correligionarios, pocos pero muy determinados a inclinar la balanza a favor de un dialogo no bélico con los republicanos.

Muchos se preguntan porque no prosperaron las manifestaciones, los bloqueos y el silencio del presidente saliente. No pocos analistas políticos consideran que el freno a un posible intento de golpe de estado técnico encabezado por las fuerzas armadas, fue la temprana y muy oportuna llamada del mandatario de los Estados Unidos.

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Para Biden el triunfo de Lula, paradójicamente, le resulta un bálsamo que permite construir una mejor relación diplomática con esa nación a partir de la toma de protesta del luchador obrero que por tercera ocasión ocupará el encargo de jefe de las instituciones brasileñas, incluyendo desde luego, a las fuerzas armadas.

Ganó Lula da Silva será jefe del Ejecutivo por cinco años. Tendrá que enfrentar retos mayúsculos para recuperar el vigor económico de la nación que en muchos momentos fue la propulsora del desarrollo en la región. Ya se habla de un eje político, económico y social integrado por México, Brasil y Argentina.

El presidente electo entendió durante sus dos primeras gestiones que la polarización, el discurso radical y una postura opuesta al sector empresarial, hará imposible a Lula cumplir con sus compromisos de campaña, entre ellos: revertir las pobrezas alimentaria, la marginación, la crisis en el sector salud y educativo, y reposicionar a un país como un interlocutor válido en lo interno y externo.

Como a sus vecinos, los mandatarios de Petro de Colombia y Boric de Chile, los cambios propuestos en sus campañas pueden encontrar un muro infranqueable en las derechas que han crecido de manera exponencial y que día con día buscarán descarrilar el tren. Algo que, insisto, conocemos muy bien en nuestro México Bronco.

“Para ejercer con vocación y acertadamente la actividad política se requieren tres ces: corazón, cabeza y carácter”: Jesús Reyes Heroles

En este contexto, luego de que Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, comentara que se transita hacia una alianza con el PRI, luego de haber sido aprobada la Reforma Constitucional que amplía hasta el 2028 la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública; esa declaración escaló la narrativa opositora ante la posibilidad de que la Reforma Electoral impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que daban por muerta, transite a la aprobación en ambas cámaras y en las legislaturas de los estados.

El empeño del PAN y del PRD, de algunos grupos empresariales, de la cúpula de la Iglesia Católica, con el acompañamiento cotidiano de comunicadores abiertamente opuestos a la 4T, de insistir en que el objetivo de la propuesta presidencial es “desaparecer al INE”, cancelado, dicen, la vida democrática de nuestro país, ha sido refutada de manera contundente por el responsable de la política interior del país.

Por cierto, a los que preocupa el tono del discurso del tabasqueño los invitaría a qué abreven en los discursos de don Jesús Reyes Heroles, que como secretario de Gobernación nunca abandono el mensaje claro, contundente, que evidenciaba los propósitos de los grupos conservadores de entonces, muchos vivitos y coleando, empeñados en descarrilar un proyecto nacionalista impulsado por el gobierno.

Resulta extraña, por decir lo menos, la postura de Lorenzo Córdova de fustigar los comentarios de la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero no los de la curia católica que violentan las normativas establecidas en el artículo 130 constitucional, que marcan claramente, a pesar de la reforma salinista de 1994, la separación de la Iglesia y el Estado.

Sumado a ello, el haber escondido, aunque se niegue, la consulta realizada por el propio INE, que muestra que una buena parte de la población apoya una reforma que adelgace al instituto, que incorpore el voto electrónico, que reduzca el gasto de los partidos políticos, entre otros temas: Todo ello pone a la luz la parcialidad del presidente consejero y evidencia la necesidad de que ese instituto se integre por auténticos ciudadanos y no por representantes de los partidos políticos o grupos de presión, como ahora ocurre.

Me parece que más que un Instituto Nacional Electoral y de Consulta, el INE reformado, como sugieren algunos analistas, debería de convertirse en un Instituto Nacional Electoral y de Participación Ciudadana, capaz de poner punto final a la partidocracia que desde hace décadas domina la escena política nacional, dando paso a una mayor participación de la sociedad civil en la vida política del nacional. Un nuevo contrato social que entronice a la ciudadanía lo que contribuiría, además, a atemperar la polarización que priva y que no ayuda a transitar hacia la transformación con cambio que requiere México.

No obvio mencionar lo lamentable que resulta que, no obstante que una inmensa mayoría de países votaron por poner punto final al bloqueo económico que padece la isla de Cuba desde hace 60 años, sean dos países, Estados Unidos e Israel, los que inclinen el fiel de la balanza a favor de esta ignominia que, como bien señaló el Andrés Manuel López Obrador muestra la necesidad urgente de reformar a la Organización de las Naciones Unidas y poner punto final al veto del que gozan cinco potencias mundiales. Una verdadera democratización y un papel más activo de este organismo multinacional, son tareas ineludibles.

 

Emilio de Ygartua
Emilio de Ygartua


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