Gobernantes: bajo la Ley de la siembra y la cosecha


“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” Gálatas 6:7
Dicen que cuando Dios quiere juzgar a una nación, le entrega gobernantes a modo. No hay frase más brutal, ni espejo más exacto. México, Cuba, Venezuela, Nicaragua ¿Acaso no son retratos de ese juicio? Pueblos que a fuerza de idolatrar la mentira y la injusticia terminaron con gobernantes que se parecen demasiado a sus pecados. Gobernantes que cambian la justicia en injusticia, que convierten la esperanza en cenizas y que administran la miseria como si fuera herencia
Oseas lo gritó hace siglos: “Ellos establecieron reyes, más no escogidos por mí.” La democracia presume libertad, pero lo que vemos son pueblos que se apartaron del Dios verdadero, reclamando para sí un Saúl que al poco tiempo se volvió su verdugo. No fue bendición, fue juicio. Pidieron reyes como las naciones, y Dios les dio lo que querían: un espejo de su soberbia, un látigo nacido de su propio pecado
No nos engañemos: los malos gobernantes no brotan de la nada. Son hijos legítimos de pueblos corrompidos, de corazones endurecidos, de sociedades que cambian la verdad por la mentira y la santidad por la inmundicia. El trono refleja el estado espiritual de la nación. Si hoy la silla presidencial, las curules, los palacios de gobierno rebosan de corrupción, es porque antes los hogares, las conciencias y las calles estaban llenos de lo mismo
2ª de Crónicas 7:14 sigue siendo un llamado, pero pocos lo escuchan: “Si se humillare mi pueblo… yo oiré desde los cielos.” La clave no está en tumbar presidentes, ni en exigir milagros desde las urnas. El punto es que el pueblo se vuelva al Señor, que abandone sus malos caminos y clame de verdad. Porque el juicio comienza en dejar que cosechemos lo sembrado, pero la misericordia se activa cuando hay arrepentimiento genuino
No hay misterio: si hay corrupción en el trono, el meme es: “disfruten lo votado”, porque primero hubo corrupción en el corazón del pueblo que se vende por unas migajas. Dios no se equivoca al permitir gobernantes; nosotros nos equivocamos al apartarnos de Dios. El juicio se vive ahora, con líderes que son verdugos de nuestra propia desobediencia. Pero aún queda esperanza, porque la última palabra no la tiene el tirano, sino el Dios que quita reyes y pone reyes
Hoy México y Tabasco ven el principio del fin del Comandante H y la sombra del “Conde”, la Palabra es clara: Proverbios lo dice “Mas la senda de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan”. Atrás quedaron los días de señorío absoluto, cuando bajo la sombra protectora de Adán Augusto López Hernández se levantaba el imperio de horca y cuchillo, derramando sangre a diestra y siniestra
Hoy, ese manto se ha rasgado y lo que queda es una estela: sangre en el pavimento, ciudadanos extorsionados, desaparecidos que claman justicia desde el silencio de la tierra, y familias quebradas por un poder que confundió gobierno con botín. El Comandante H no sólo fue verdugo en la sombra; también cultivó una corte de placeres y favores, amigas y amigos que ahora deberán decidir si lo visitan en su nuevo domicilio o si fingen nunca haberlo conocido
Más patética fue la pasarela de zalameros, lambiscones y trepadores de ocasión que se arrastraban para tomarse la foto con él, los mismos que hoy se desviven por borrar las imágenes antes que Facebook publique tres veces. Los que lo aplaudían en público, los que lo presentaban como “garante de seguridad”, ya ensayan su negación. “Yo no lo conocía”, “apenas lo saludé una vez”, “nunca supe nada”, el guion de siempre, la liturgia del Judas moderno que vende al amigo con una sonrisa hipócrita
En los próximos días la olla de presión comenzará a zumbar. No sería raro que aparezcan fugas por la puerta falsa: suicidios sospechosos, accidentes convenientes, fugas milagrosas. Porque cuando un régimen comienza a desmoronarse, los demonios no se van con rezos, se van con pactos de silencio y sangre. Adán Augusto, el “protector” y su florero Merino Campos, cargan ahora con el fantasma de su criatura
Hernán “N” o el comandante H es apenas la primera ficha del dominó de alto nivel. Lo que se juega no es sólo la reputación de un hombre, sino la estructura entera de complicidades que gobernaron Tabasco bajo la máscara de la “Cuarta Transformación” ¿Hasta dónde aguantará presión Adán y Merino? o ¿Ya van de rodillas rumbo a la Villa?
La historia es cruel con los caudillos de barro: levantan imperios a golpe de miedo, pero cuando el miedo se rompe, no queda más que un ejército de traidores huyendo. El juicio apenas comienza y como siempre, el pueblo paga la factura en lágrimas y en luto. Apenas comienza el jubileo de “fuente ovejuna” que observa a sus gobernantes: bajo la Ley divina de la siembra y la cosecha”
SÉPTIMO SELLO
México no es excepción. Tampoco Cuba, ni Venezuela, ni Nicaragua. Gobiernos que convierten la justicia en negocio, que llaman paz a la represión y libertad a la esclavitud ideológica. No llegaron solos: fueron entronizados por pueblos que aplaudieron el espectáculo y se arrodillaron ante el becerro dorado de promesas vacías. Cuando la idolatría se viste de boleta electoral, el juicio se escribe con tinta indeleble
SÉPTIMA TROMPETA
Y no se trata de culpar únicamente a los gobernantes. Ellos son apenas el espejo del pueblo que bala y dormita que los alzó. Un líder corrupto es la fotografía en carne y hueso de la corrupción incubada en los corazones de quienes lo eligieron. Cuando el pueblo ama la dádiva, aparece el político que reparte migajas. Cuando el pueblo tolera el robo, surge el gobernante que saquea. Cuando el pueblo se vuelve indiferente, reina el déspota que aplasta
SÉPTIMA COPA
No es la protesta callejera lo que sana una nación, ni el cambio de partido, ni la alternancia maquillada. Es el arrepentimiento genuino. Es volver a Dios con llanto y con verdad. Hoy vemos a sociedades que gimen bajo el peso de tiranos, pero siguen sin doblar rodilla delante del único que puede liberarlas. Claman por democracia, pero no buscan justicia; reclaman prosperidad, pero no sueltan la idolatría
La cura no está en el palacio presidencial, ni en el congreso, ni en las urnas. La cura está en el altar. Si México se humilla, Dios puede levantar gobernantes justos. Si no, el ciclo seguirá: más Saúles, más faraones, más Nabucodonosores. La verdadera crisis de una nación no es la invasión extranjera ni la quiebra económica. Es cuando Dios deja de responder