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Escribo, luego existo

Escribo, luego existo

Escribo, luego existo

Ayer, martes, fue Día del Libro. Y recordé algo que escribí hace 16 años: Un libro que no nos haga ser uno con el universo, es sólo una abertura en la literatura, un hoyo negro del espíritu.

Evoque mis lecturas, las voces formadoras. Libros antiguos, libros viejos y libros nuevos. Ajenos y propios. Aquellos que estaban en bibliotecas como la de la Secundaria Estatal (hoy Concha Linares), en la Manuel R. Mora, la Pino Suárez y la Martí.

Los textos que me fueron obsequiados por el doctor Miguel A. Gómez Ventura (La madre, de Gorki), Fito Zetina Regil (Rayuela, Julio Cortázar) y Juan Cacep Peralta (Posdata, Octavio Paz) y los que he adquirido (y, en parte, donado para bibliotecas de los diarios Rumbo Nuevo y Presente).

Libros que han sido un apoyo para mi quehacer periodístico, del que ha habido dos frutos, dos libros de mi autoría, Periodismo y utopía (1997) y Levantarse a vivir (2023); otro en coautoría, Vocabulario tabasqueño/Colección de locuciones usadas actualmente en Tabasco, cuyos significados no aparecen en ningún diccionario (2005); uno que he prologado, La última ruta de Cuauhtémoc, de Humberto Muñoz Ortiz, edición especial; y otros más en los que me citan con ensayos y entrevistas.

El 21 de abril de 2008 escribí que la frase de arranque del Día Mundial del Libro, no podía ser mejor: “Los libros son una ventana en el tiempo, un diálogo en silencio con la humanidad”.

No menos precisa, ese año, fue otra: “Leer es platicar con el mundo, entenderlo, recrearlo”.
Eso han sido en mi vida los libros: una ventana donde me he detenido, contemplado y desde donde he meditado, reflexionado, analizado y evaluado la realidad… para escribir, ¡para vivir, para existir! Escribo, luego vivo. Scribo ergo esse.

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Me cito y me encuentro con los libros en las bibliotecas, en los “tiraderos”, en las librerías —muy pocas en Tabasco—, y, en las bibliotecas virtuales, donde he hallado ediciones que no puedo tener en papel y tinta pero, papironauta, no me privo del olor a papel nuevo y tinta reciente de las nuevas ediciones, de los libros nuevos; al hojear y ojear, abrir con las manos esas ventanas.

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