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El Chateo: El Ruido del Silencio

El Chateo: El Ruido del Silencio

Por Gerardo González

Empiezan temprano, reúnen las pancartas, se juntan ellas. Los policías terminan la torta de cochinita o el hojaldre, alguno que otro, da un trago de agua o se llena la panza con último sobro del gas del refresco antes de apostarse y ver pasar el contingente. Ellas cada vez son más. Se dan “coba” entre ellas; otras, algunas estudiantes, que no tienen “vela en el entierro” se contagian de la algarabía y se suman. Comienza la marcha por aquellas que fueron maltratadas, que fueron violadas, desaparecidas, enajenadas, asesinadas o simplemente acosadas.
Una se envalentona y saca una lista… Pide a las demás que saquen las latas de pintura… Los sprays y… Comienzan las pintas… El Paseo Montejo se vuelve un aquelarre, en menos de dos horas, los policías sólo ven pasar los acontecimientos… Contenidos, algunos a risa y risa, pues la orden es no meterse, simplemente dejarlas manifestarse, hay que aguardar y hacer presencia en silencio.
No violentar los derechos humanos de las manifestantes, que violentan el bien común, las calles, a los meridanos, a los yucatecos, al turismo y los monumentos que distinguen la avenida más emblemática de la presumible ciudad más segura de Latinoamérica.
El ruido que se desprende del silencio de las autoridades es ensordecedor…¿Por qué las dejan hacer esos desmanes? Se preguntan algunos dependientes. Otros miran con desprecio… Las autoridades están “entrampadas” y simplemente tienen que dejarlo pasar… ¿Dónde está el Estado de Derecho? o han cambiado tanto las leyes,  ¿Ahora los “patos les tiran a las escopetas”? Y los servicios de inteligencia de la ciudad más segura no se atrevieron a desactivar estos actos de libertinaje desde antes, que se usan, so pretexto de una manifestación que sobrepasa la frontera de los demás, que atenta contra la paz y las buenas costumbres.
Naomí Peniche López, presidenta de la Cámara Nacional de la Mujer,  asegura que la violencia no puede combatirse con violencia.
La lucha por el respeto de la mujer, por los derechos plenos y por un trato digno y de respeto, de igualdad en la praxis laboral, de una atención especial al género que tiene la virtud de procrear, y de guiar la especie humana, no se logra violentando los derechos de los demás, pues es una señal equivocada, para quienes se levantan diario a luchar por llevar el pan a sus familias, quienes se queman las pestañas, para lograr metas en todos los ámbitos, académico, familiar, laboral, social y político.
Las pintas se lavan, los actos no. Que enseñanza tanto de las manifestantes, como de las autoridades policiales a quienes les faltó estrategia jurídica, inteligencia y comunicación.
Peniche López, bien dice que el trabajo, aunque más tardado, está en la educación de los valores de los infantes.
Si bien hay que reforzar con leyes que protejan a la mujer y que brinden las condiciones para que no sean violentadas en cualquier ámbito y aspecto… Definitivamente esos grupos de manifestantes que violentan a otros para estigmatizar al varón están equivocadas.
El asesino es el que es culpable. El violador es el que es culpable, el violento es el que es culpable… No el varón, no la sociedad, no los yucatecos, ni quienes han apostado a vivir con calidad de vida en la ciudad de Mérida… en el estado de Yucatán.
Hay mucho trabajo por hacer en todos los ámbitos para que entendamos que el varón y la mujer son complementarios, que la diversidad social y de género se puede manifestar bajo el principio de libertad, entendiendo  que ésta encuentra en sus límites en la frontera del vecino, protegiendo el bien común y sobretodo a la niñez.
La tolerancia, no significa aceptar “todo”. No. Significa ser empático y respetuoso de la diversidad cultural y de género, de ideas, lo que permite el crecimiento social o de la comunidad.
Y si es cierto que hay estudios como el de Scielo.org.mx que  afirman que las mujeres en Yucatán se sienten más seguras en la calle que en casa. Que el 48% de las mujeres y de los hombres en pareja han sufrido actos de violencia, coerción,  abuso piscológico entre otros.
Es inadmisible que los padres o hermanos conviertan en parejas a sus propias hijas o que los hijos varones sean “pasados por las armas” de los familiares. Ello son actos “culturales” aceptados por la propia familia y en el que las autoridades y sociedad deben obligadamente y sin descanso trabajar.
Por eso y mucho más, las manifestaciones inquisidoras de cualquier grupo… El que sea… Son aberrantes, el problema es más complejo y no de una sola arista. Por eso,  con estas manifestaciones, honestamente no se logra absolutamente más que un gasto en la limpieza de los monumentos y un pueril acto de llamar equivocadamente la atención de la prensa.
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magaly

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