Destino manifiesto


Si no analizamos el comportamiento gringo, desde su creación, pensaremos que las puntadas de Trump son locuras de un presidente medio loco. ¿Cómo entender que la mayoría de norteamericanos que saben que Trump fue sentenciado por un juez, que intentó un golpe de Estado al pretender con sus hordas de fanáticos tomar el Capitolio, al ganar la elección presidencial Biden, lo hayan primero postulado como candidato y posteriormente votar por él?
Hay que ir al pasado para explicar este fenómeno. Los ingleses y escoceses que llegaron a las costas orientales de América del Norte para colonizarlas eran en su mayoría grupos religiosos que disentían de la iglesia católica y de la iglesia anglicana, pero en lo general grupos protestantes. Abandonaban su país para poner en práctica sus creencias religiosas, buscando la nueva tierra prometida.
Siendo migrantes se fueron expandiendo hacia al oeste, liquidando a los salvajes indios, así los consideraban, y apoderándose de sus tierras. Desde que llegaron al continente americano, su obsesión expansionista no tuvo límites. Robando y comprando tierras, finalmente, se apoderaron del oeste.
Fue el periodista norteamericano John O Sullivan quién en la revista “Democratic Review” en 1845 sintetizó en un artículo la idea expansionista que explicaba, en cierto modo, las acciones intervencionistas gringas: “El destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia (la divinidad), para el desarrollo del gran experimento de la libertad y autogobierno”.
Esta breve definición señala claramente que: 1) la misión de los yanquis es extender su territorio por todo el territorio americano 2) que esa tarea se las concedió dios 3) establecer en las nuevas tierras la democracia y la libertad. Desde entonces se tomaron en serio el papel de policía mundial para verificar que la democracia era una realidad en otros pueblos y que de no serlo, tenían la misión de intervenir (invadir) para implantarla.
Todavía en 1912 el presidente gringo William Taft reafirmaba esta tesis al sostener: “El hemisferio todo nos pertenecerà, como de hecho ya nos pertenece moralmente, por la virtud de la superioridad de nuestra raza”. De hecho Hitler copiò esta idea de la raza superior y actuó en consecuencia, como es de todos conocido.
Por ello el intervencionismo militar yanqui se dio en todo el siglo XIX a costa de México, Cuba, Panamá, y Honduras, entre otros. Los que desconocen esta historia, por ejemplo, ignoran las diversas ocasiones que Cuba fue intervenida ya en el siglo XX y que mediante la Enmmienda Platt se estableció el derecho gringo de intervenir en la isla militarmente las veces que considerara conveniente y que para garantizar este derecho se estableció la base militar norteamericana en Guantánamo. Y que hasta la fecha sigue ahí. De ahí el odio cubano hacia los yanquis y el carácter antigringo de la Revolución Cubana.
Pero después de la Segunda Guerra Mundial, en los hechos, ya no se conformaron con tener como su patio trasero a América, sino que su misión “civilizadora” se extendió al mundo. De ahí sus intervenciones militares en Asia, África, Medio Oriente y Europa. Actualmente, tienen bases militares en todo el mundo. Todo para imponer la democracia y la libertad, según la doctrina del Destino Manifiesto, impuesta por la autoridad divina.
Esta idea es la que mueve a los partidarios fanáticos de Trump y al propio presidente gringo. La globalización, que los yanquis promovieron, después de 40 años les resultó contraproducente. Al eliminar los obstáculos que les impedía a las empresas yanquis expandirse por el mundo produjo la emigración de estas a países pobres en dónde la mano de obra barata, casi esclava, les rindió mayores beneficios económicos. De ahí que las grandes trasnacionales sacaron sus fábricas de los Estados Unidos y crearon desempleo y bajos salarios en sus propios países. Ya lo dijo Marx: “El capital no tiene patria”.
Con ello las condiciones de vida de los norteamericanos se vino abajo, mientras que los grandes millonarios multiplicaron sus ganancias. Y con ello se debilitó la economía yanqui entrando a una etapa de decadencia. Por ello, durante la campaña de Trump se hizo énfasis en restablecer la grandeza americana. Por eso no debe extrañarnos que algunos sindicatos yanquis celebran la guerra de aranceles que desató Trump. Consideran que con ello volverán las plantas industriales gringas que están fuera de E.U. a su país y con ello el empleo y los mejores salarios.
Al imponer un alza del 25% a los aranceles de las mercancías canadienses y mexicanas, principalmente, Trump rompe con el tratado comercial que él mismo firmó como presidente. Con ello, además de perder autoridad moral, muy cristianamente (porque el hombre va a la iglesia semanalmente), rompe con la globalización que impulsó D. Reagan y regresa al proteccionismo que tanto criticaron los neoliberales prianistas.
Así, ha sacudido a sus aliados, sobre todo europeos, que junto con los yanquis impulsaron la famosa globalización. ¿Qué van a hacer estos ante esta traición? Por lo pronto, algunos líderes europeos han cobijado a Zelenski, después de la insultada que públicamente le dio Trump, marcando de este modo su distanciamiento. Habrá, pues, un nuevo reacomodo mundial. Hoy Trump está peleando contra el mundo. Ya empieza a tener problemas internos con los aranceles, dado que al aumentar en un 25 por ciento las mercancías que lleguen de México y Canadá su costo se elevará en esa proporción afectando no solamente a los trabajadores sino a los propios empresarios norteamericanos (por aquello de las cadenas de producción).
El fracaso, pues está a la vista. No se puede tener éxito rompiendo un tratado con sus socios y vecinos y echándose en contra la Unión Europea, sus eternos aliados. Recuperar la Grandeza Americana, recuperar su papel de policía mundial para verificar la existencia de la democracia, la libertad y los derechos humanos, después de sus intervenciones militares y apoyo a las dictaduras, así como sus derrotas ante pueblos pequeños como Vietnam, Cuba y Afganistán muestran el fracaso histórico de la doctrina del Destino Manifiesto, pero no su aniquilación definitiva.
Mientras en el territorio gringo haya un sector de la población que sueñan como Hitler en un imperio milenario, por la gracia divina, habrá que seguir resistiendo y luchando contra la hegemonía yanqui.
Hay otro factor que los supremacistas blancos no han tomado en cuenta: el crecimiento de la población de color; negros, latinos y asiáticos. Un auténtico caballo de Troya en territorio yanqui. País que nació con migrantes ingleses y escoceses, fue creciendo con los migrantes forzados de África y finalmente de América Latina y Asia.
Cuando le preguntaron al ilustre Ignacio Ramírez, el Nigromante, cómo se podrían recuperar los territorios robados por los gringos, la respuesta sorprendió a sus oyentes: por biología. Hoy viven en territorio yanqui 37 millones de mexicanos, más del doble de los existentes en México en 1910, cuando estalló la Revolución Mexicana.