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Destino manifiesto

Destino manifiesto

Rodolfo Lara Lagunas

Si no analizamos el comportamiento gringo, desde su creación, pensaremos que  las  puntadas de  Trump  son  locuras de  un  presidente  medio  loco.  ¿Cómo entender que la mayoría de norteamericanos que saben que Trump fue sentenciado por un juez, que intentó un golpe de Estado al pretender con sus hordas de fanáticos tomar  el  Capitolio, al  ganar  la  elección presidencial Biden,    lo  hayan  primero postulado como candidato y posteriormente votar por él?

 

Hay que ir al pasado para explicar este fenómeno. Los ingleses y escoceses que llegaron a las costas orientales  de América del Norte para colonizarlas eran en su  mayoría  grupos  religiosos que  disentían  de la  iglesia  católica y de la  iglesia anglicana, pero en lo general grupos protestantes. Abandonaban su país para poner en práctica sus creencias religiosas, buscando la nueva tierra prometida.

 

Siendo  migrantes  se  fueron  expandiendo hacia  al  oeste,  liquidando  a los salvajes indios,  así  los consideraban, y apoderándose de sus  tierras.  Desde  que llegaron  al continente  americano, su obsesión expansionista no tuvo límites. Robando y comprando tierras, finalmente,  se apoderaron del oeste.

Fue el periodista norteamericano John   O Sullivan  quién en la revista “Democratic Review”  en 1845 sintetizó  en un artículo  la idea  expansionista que explicaba, en  cierto  modo,  las  acciones  intervencionistas gringas:  “El  destino manifiesto es extendernos  por todo el continente  que nos ha sido asignado por la Providencia (la divinidad),  para el desarrollo del gran experimento  de la libertad y autogobierno”.

 

Esta breve definición  señala claramente que: 1) la misión de los yanquis  es extender  su  territorio  por  todo  el  territorio  americano 2) que  esa  tarea  se  las concedió dios 3) establecer en las nuevas tierras la democracia y la libertad. Desde entonces se  tomaron  en serio  el papel  de policía  mundial  para  verificar  que  la democracia era una realidad en otros pueblos y que de no serlo, tenían la misión de intervenir (invadir) para implantarla.

Todavía  en 1912 el presidente  gringo William  Taft reafirmaba  esta  tesis  al sostener: “El hemisferio  todo nos pertenecerà, como  de hecho  ya nos pertenece moralmente, por la virtud de la superioridad de nuestra raza”. De hecho Hitler copiò esta idea de la raza superior y actuó en consecuencia, como es de todos  conocido.

 

Por ello el intervencionismo militar yanqui se dio en todo el siglo XIX a costa de  México,  Cuba, Panamá, y Honduras, entre otros.  Los  que  desconocen esta historia,  por ejemplo,  ignoran las diversas ocasiones que Cuba fue intervenida  ya en el siglo XX y que mediante la Enmmienda Platt se estableció el derecho gringo de intervenir en la isla militarmente las veces  que considerara conveniente y que para garantizar  este derecho  se estableció la base  militar norteamericana en Guantánamo. Y que  hasta  la  fecha  sigue  ahí.  De  ahí  el odio  cubano  hacia  los yanquis y el carácter antigringo de la Revolución Cubana.

 

Pero  después de  la  Segunda Guerra  Mundial,  en  los  hechos, ya  no  se conformaron con tener como su patio trasero a América,  sino que su misión “civilizadora” se extendió  al mundo.  De ahí sus  intervenciones militares  en Asia, África,  Medio Oriente  y Europa.  Actualmente, tienen  bases militares  en todo  el mundo.  Todo  para  imponer  la  democracia y la  libertad,  según  la  doctrina  del Destino  Manifiesto, impuesta por la autoridad divina.

 

Esta  idea es la que mueve a los partidarios  fanáticos de Trump y al propio presidente  gringo. La globalización, que los yanquis  promovieron,  después de 40 años les resultó contraproducente. Al eliminar los obstáculos que les impedía a las empresas yanquis expandirse por el mundo produjo la emigración de estas a países pobres   en  dónde  la  mano   de  obra  barata,   casi   esclava,  les   rindió  mayores beneficios  económicos.  De  ahí  que  las   grandes   trasnacionales  sacaron  sus fábricas de los Estados Unidos y crearon desempleo y bajos salarios en sus propios países. Ya lo dijo Marx: “El capital  no tiene patria”.

 

Con ello  las  condiciones de vida  de los  norteamericanos se  vino  abajo, mientras  que los  grandes  millonarios multiplicaron sus  ganancias. Y con  ello  se debilitó la economía yanqui entrando a una etapa de decadencia. Por ello, durante la campaña de Trump se hizo énfasis en restablecer la grandeza  americana. Por eso  no debe  extrañarnos  que  algunos  sindicatos yanquis  celebran la  guerra  de aranceles que desató Trump. Consideran que con ello volverán las plantas industriales gringas  que están  fuera  de E.U.  a su  país  y con  ello  el empleo  y los mejores salarios.

 

Al imponer un alza del 25% a los aranceles de las mercancías canadienses y mexicanas, principalmente, Trump rompe con el tratado comercial que él mismo firmó  como   presidente. Con  ello,   además  de  perder   autoridad   moral,   muy cristianamente (porque  el hombre  va a la iglesia  semanalmente), rompe  con  la globalización  que  impulsó   D.  Reagan   y  regresa   al  proteccionismo  que  tanto criticaron los neoliberales prianistas.

 

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Así,  ha  sacudido a sus  aliados, sobre  todo europeos, que  junto con  los yanquis  impulsaron la famosa  globalización. ¿Qué  van a hacer  estos  ante esta traición? Por lo pronto, algunos  líderes europeos  han cobijado  a Zelenski, después de  la  insultada  que  públicamente le  dio  Trump,  marcando  de  este  modo  su distanciamiento.  Habrá, pues,   un  nuevo  reacomodo  mundial.   Hoy  Trump  está peleando   contra   el  mundo.   Ya  empieza   a  tener  problemas  internos   con   los aranceles, dado que al aumentar en un 25 por ciento las mercancías que lleguen de México y Canadá su costo se elevará en esa proporción  afectando no solamente a los trabajadores sino a los propios  empresarios norteamericanos (por aquello  de las cadenas de producción).

 

El fracaso, pues está a la vista. No se puede tener éxito rompiendo un tratado con  sus  socios y vecinos y echándose en contra  la Unión  Europea,  sus  eternos aliados. Recuperar la Grandeza Americana, recuperar  su papel de policía  mundial para verificar la existencia de la democracia, la libertad y los derechos humanos, después de sus  intervenciones militares  y apoyo  a las  dictaduras, así  como  sus derrotas  ante   pueblos  pequeños como  Vietnam,  Cuba y Afganistán  muestran  el fracaso histórico  de la doctrina  del  Destino  Manifiesto,  pero no su  aniquilación definitiva.

 

Mientras en el territorio gringo haya un sector  de la población que sueñan como   Hitler  en  un  imperio  milenario,   por  la  gracia   divina,  habrá  que  seguir resistiendo y luchando contra la hegemonía  yanqui.

 

Hay otro factor que los supremacistas blancos no han tomado en cuenta: el crecimiento de la  población de color;  negros,  latinos  y asiáticos. Un  auténtico caballo de  Troya  en  territorio yanqui.  País  que  nació  con  migrantes  ingleses y escoceses, fue creciendo con  los  migrantes  forzados  de África  y finalmente  de América Latina y Asia.

 

Cuando le preguntaron  al ilustre Ignacio  Ramírez,  el Nigromante,  cómo  se podrían recuperar los territorios robados  por los gringos, la respuesta sorprendió a sus oyentes: por biología. Hoy viven en territorio yanqui 37 millones de mexicanos, más  del doble de los existentes en México en 1910, cuando  estalló  la Revolución Mexicana.

Rodolfo Lara Lagunas


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