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Desinformación y posverdad 

Desinformación y posverdad 

Kristian Antonio Cerino

Vivimos en una época de la desinformación a granel, una época en que primero opinamos y después no somos capaces de aceptar que nos hemos equivocado. Al contrario, solo se borran esos mensajes opinativos en el que fijamos una postura sin contar con la información precisa o llevando a cabo una mínima investigación.

En los últimos años he dedicado parte de mi vida a observar documentales. He visto trabajos audiovisuales en el área periodística, político y ambiental. Esta vez, miro con atención Titan: el desastre de OceanGate, con la finalidad de comprender qué pasó con la implosión del sumergible en 2023 cuando realizaba un enésimo viaje a las profundidades marítimas para recorrer y contemplar los restos del Titanic. Aquella vez, murieron sus cinco tripulantes, incluso, el fundador de OceanGate, Stockton Rush. En el documental se aborda la utilización de fibra de carbono (ligero y “resistente”) en el Titan y otros materiales como el titanio. Durante las pruebas al sumergible le hicieron ajustes por las implosiones registradas debido al uso de fibra de carbono. Sin embargo, el minisubmarino implosionó, lo que provocó -tras la muerte del fundador- el cierre de la empresa, un sinfín de juicios, reparaciones de daños, etcétera. Dos años después hay ciertas nociones de lo que pasó con esta empresa y sus tripulantes fallecidos. En el otro extremo está lo siguiente:

En Tabasco, la época de la desinformación a granel, donde primero opinamos y después no somos capaces de aceptar que nos hemos equivocado, se suele disparar sin consulta o investigación previa, así sea mínima. Primero damos por hecho que las cosas son así porque alguien nos contó o porque me pareció ver o creer que estas así serían. Y en menos de unos segundos sacamos conclusiones y las armas de las redes para abrir fuego. En una columna anterior hice referencia al Museo Nacional Olmeca, pero en esta ocasión es para hablar de la librería del Fondo de Cultura Económica “José Carlos Becerra” en Villahermosa, espacio que recientemente volvió a abrir sus puertas luego de meses de permanecer cerrado por un proceso de inventario. En estos cinco meses de aparente inactividad, un sinfín de artistas, reporteros y coordinadores de sitios webs y páginas oficiales, denunciaron y lamentaron el cierre de la José Carlos Becerra, en su mayoría sin hacer una pregunta o consulta previa ante la Secretaría de Cultura o el Gobierno del Estado. En redes sociales se desencadenó una serie de reacciones en contra de la política cultural y acusaron que las razones eran: incumplimiento del convenio de colaboración con el Fondo de Cultura Económica, la falta de personal en el sitio y de vigilancia. No obstante, nada de esto era cierto. Durante la redacción de la presente columna hice un arqueo para hallar publicaciones en torno al “cierre” de esta librería ubicada en la zona CICOM, según decenas de “generadores de contenidos”, pero estas comenzaban a desaparecer ante la apertura (nuevamente) de sus estanterías donde el visitante hallará unos 16 mil títulos, de acuerdo con la secretaria estatal de Cultura, Aída Castillo Santiago. Es más, reabrir este espacio con los libros del Fondo de Cultura Económica coincidió con la realización del Festival Cultural CICOM (FECCI), acciones imprescindibles para darle solidez a la agenda cultural.

Grosso modo: con suficientes años en el periodismo, una de las premisas fundamentales es preguntar, no especular. Creo que ha habido un gran interés por cazar seguidores en las redes por medio de la generación de contenidos sensacionalista, muy lejos del objetivo básico: el de informar con fuentes confiables. Sería importante retomar el hecho de no publicar si antes no estamos seguros del hecho, o al menos tener evidencias claras, porque después es difícil para el que lo hizo público reconocer el error. Lamentablemente dos o tres se siguen protegiendo con el escudo de la posverdad.

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Kristian Antonio Cerino


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