Del infierno verde al infierno y muerte
El cambio climático es la alteración que experimenta el clima terrestre por el sobrecalentamiento causado al acumularse en la atmósfera ciertos gases al quemar combustibles fósiles, como carbón, petróleo y gas; por incendios y deforestación. Esto causa el incremento de las olas de calor, su permanencia y su intensidad. Según la OMS y las Universidades de Australia y Hawái, desde 1990 se registran cada año 155 mil muertes relacionadas con las olas de calor; pero podrían acumularse hasta 500 mil, si se contabilizan todos los decesos a causa del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad. Asia destaca con más de la mitad de los fallecimientos, pero Europa tiene el exceso de mortalidad más elevado respecto al número de residentes, con estimaciones entre 50 y 70 mil muertes anuales en las últimas dos décadas. Nuestra región, la otrora verde y selvática América Latina, con su exuberante vegetación y paisajes bioclimáticos, empieza a registrar más del doble de muertes debido a las altas temperaturas y condiciones climáticas extremas desde el año 2000.
En México, nunca antes habían fallecido tantas personas a causa de las altas temperaturas como en 2023. Durante la pasada temporada de calor, más de 400 mexicanos perdieron la vida, casi el 90% por golpe de calor y el resto por deshidratación; y cerca de 5 mil fueron atendidos de emergencia. El año pasado fue tan letal que por sí solo representa una quinta parte del total de las muertes por calor registradas en los últimos 25 años. La actual temporada de calor, que inició el 17 de marzo y terminará el 5 de octubre, ha reportado un récord histórico de decesos y casos atendidos; y faltan aún otras 3 olas de calor para el resto del año. Oficialmente, la primera ola fue del 13 al 21 de abril; y la segunda del 3 al 13 de mayo, con remanentes que parecieran extender la segunda o el inicio de una nueva tercera ola. La semana pasada, según la Secretaría de Salud Federal, las muertes casi se cuadruplican pasando de 7 a 26. Después de Veracruz, con 10 decesos; Tabasco y San Luis Potosí son los más afectados con 4, seguidos por Tamaulipas y Oaxaca. Y es que en Tabasco las olas de calor están resultando aún más extremas; a pesar de que los nacidos en esta región siempre hemos convivido con el fuego y el agua en abundancia. Lo que una vez fue llamado el infierno verde, hoy solo es infierno y muerte. Aquí, la deforestación ha sido imparable; si acaso, quedaría un 2% de la vegetación original, con una pérdida de casi 3 hectáreas por hora durante los últimos 50 años. El concreto y la contaminación, la agroindustria y la industria energética se extienden violentamente sobre las urbes y el campo; entre el desorden, el mal uso de suelo y la negligencia institucional. Y son las causas principales por las que hoy estemos soportando temperaturas máximas mayores a los 45º C, con picos de sensación térmica que rebasan los 55; advirtiéndose niveles contaminantes de partículas suspendidas que ponen en peligro la salud al respirar y realizar tareas al aire libre.
Se han reportado casi un millar de incendios provocados, accidentales y sin control; reduciendo la biodiversidad hasta en un 70% en las pocas áreas protegidas. La muerte ronda nuestra aldea, nos amenaza y ya empezó con nuestros hermanos más desprotegidos: anfibios, quelonios, reptiles, aves, mamíferos, felinos y primates, que mueren masivamente. Nuestro infierno verde, creador y dador de vida, hoy es muerte y desolación. Tan solo entre las Áreas de Conservación del Mono Saraguato de Centro y Comalcalco, asociaciones civiles informan más de un centenar de primates muertos; pero las cifras reales podrían triplicarse si nos asomamos un poco a la realidad que se vive en otras áreas naturales estatales, publicas y privadas; sin la cobertura mediática vista hasta hoy. Y millares de otras especies de animales y vegetales igualmente exterminados, por un nivel de conciencia y un estilo de vida que idolatra la barbarie generada por la comodidad y el consumismo.