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Boquea el ISSET.

Boquea el ISSET.

Manuel García Javier

La nueva iniciativa para reformar la Ley del ISSET presentada en el Congreso local es, en teoría, un paso acertado. En teoría, porque si algo ha demostrado la historia reciente es que los administradores de ese instituto de seguridad social han ignorado de manera sistemática —y hasta descarada— los mandatos de la Suprema Corte, escudándose siempre en la misma cantaleta: “no hay dinero, nos dejaron en quiebra”.

 

Y sí, es cierto: el saqueo brutal comenzó con Granier en 2007 y terminó con Núñez en 2018. Diez años de devastación que dejaron a 178 mil derechohabientes con servicios de salud deteriorados, sin vivienda digna y, lo más grave, con derechos humanos atropellados cada vez que se les niega una pensión o una jubilación que les corresponde por ley.

 

Pero esta nueva reforma —ya perdimos la cuenta de cuántas van— no sirve de mucho si no ataca lo esencial: un verdadero control médico, abasto permanente de medicinas, atención oportuna en vivienda y prestaciones. Porque todos sabemos lo que realmente ocurre: para obtener una cita con un especialista hay que esperar de ocho a diez meses, sólo para que en quince minutos un doctor malhumorado te recete un medicamento inexistente. Y, por si fuera poco, con la insinuación velada de que lo visites en su consultorio privado, donde el cuento empieza en mil 500 pesos.

 

La carencia de especialistas es inocultable: alergólogos, anestesiólogos, vasculares, cardiólogos… y ni hablar de estudios médicos avanzados. Si no hay equipo, la respuesta es negativa y tan tan.

 

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Conozco al director, el Dr. Rodolfo Lehmann. Sé de su capacidad y de sus buenas intenciones; incluso participó en una cirugía de corazón abierto que me realizaron en el instituto. Pero la buena voluntad no paga insumos, no compra equipo, no contrata especialistas. Sin recursos frescos, el ISSET seguirá en terapia intensiva, conectado a un sistema que ya no da más.

 

Lo injusto es que los trabajadores, que puntualmente sufren el descuento quincena tras quincena, siguen pagando los platos rotos de un desastre que ellos no provocaron. Luego entonces —como diría el Chapulín Colorado— ¿quién podrá salvar al ISSET?… Es todo

Manuel García Javier


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