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Joe Biden promueve una reforma electoral. La Democracia en América, en peligro. Se vende Banamex. Se vende. “No sudo calenturas ajenas”: AALH

Joe Biden promueve una reforma electoral. La Democracia en América, en peligro. Se vende Banamex. Se vende. “No sudo calenturas ajenas”: AALH

Puedo señalar, sin temor a equivocarme, que el 6 de enero pasado se dio la señal de inicio de la jornada electoral que tendrá lugar el primer martes de noviembre próximo. Al recordarse el primer aniversario del “golpe de Estado fallido”, encabezado por los seguidores del entonces presidente Donald Trump, su sucesor aprovecho el “momentum”, la coyuntura, para pronunciar un discurso flamígero en el que no sólo señaló al republicano como el actor intelectual de esa asonada, además, llamó a los norteamericanos a defender lo que ha sido su estandarte: la democracia.

Este proceso electoral será estación principal en la ruta hacia la elección presidencial del 2024. Joe Biden lo sabe; también, que a un año de distancia de haber arribado a la presidencia de la República de la todavía primera potencia mundial, sus bonos han caído de manera estrepitosa, a niveles nunca vistos en sus antecesores. El demócrata no ha despegado, ni ha cumplido con las expectativas generadas durante una campaña que transitó por un escenario inédito, el de una pandemia que canceló toda posibilidad de realizar los tradicionales mítines, el encuentro con los potenciales adeptos, pero su discurso movió al numero suficiente de electores para lograr el triunfo.

No es cuestión de edades. A mi juicio, nada tiene que ver la edad del primer mandatario de esa nación. Mucho menos falta de experiencia porque la tiene. El problema estriba en su estrategia operativa; en el ejercicio de un liderazgo que en momentos se percibe sujeto a una pesada loza que le impide recorrer con éxito, y a la velocidad necesaria, la ruta trazada durante su campaña, enfatizada en su discurso inaugural de la cual ha podido avanzar unos cuantos pasos.

La semana pasada comenté que sus adversarios no son únicamente los republicanos, que no son poca cosa, además, está enfrentando a los de casa, a los demócratas moderados, como él, pero que lo observan, lo dicen abiertamente, demasiado cargado hacia la izquierda; influido por miembros destacados de esa corriente dentro de su partido como Bernie Sanders y Kamala Harris, por mencionar solo a dos actores importantes de la corriente renovadora de un partido cuya mayoría se niega a representar a un grupo cada día más amplio de personas que reclaman un cambio de 180º grados.

Un cambio que pasa por una reforma al modelo electoral que cada cuatro años hace más evidente que los principios establecidos por los “Padres Fundadores” luego de obtener la independencia de Inglaterra, optaron por un sistema presidencial, por la división de poderes, sí, pero fundado en un método electoral que otorgó preponderancia a un colegio electoral que al voto popular.

En tres ocasiones ese modelo ha permitido que llegue a la presidencia no aquel que obtuvo más sufragios populares, sino el que logró al menos 270 votos alcanzados con los triunfos en las entidades federales. En 2016, a pesar de haber obtenido 3 millones más de votos ciudadanos que su oponente, Hillary Clinton, la candidata demócrata, fue derrotada por el republicano Donald Trump, quien asumió la presidencia el 20 de enero de 2017.

Años atrás, el también demócrata, Al Gore, perdió las elecciones frente al republicano George W. Bush, no obstante haber obtenido 250 mil votos más. La elección se decidió en Florida, estado entonces gobernado por el hermano de Bush. La Suprema Corte de esta entidad, luego de tardado proceso, otorgó la victoria al republicano con lo que obtuvo los 29 votos electorales que inclinaron la balanza a su favor. La discusión sigue. No son pocos los académicos y políticos que insisten que es necesaria, urgente, una reforma electoral de gran calado

Joe Biden promueve una reforma electoral

Para complicar más este escenario, ha surgido un nuevo factor de riesgo para la democracia en los Estados Unidos. De manera abierta, 19 estados, de los 50 que integran la federación, entidades gobernadas por los republicanos y con mayoría en sus respectivos congresos, han promovido, y aprobado, cambios a la legislación electoral que, como se sabe, no está sujeta a un mandato federal. El propósito de esas reformas es más que claro: limitar la participación de las minorías en los procesos electorales.

Cuando hablamos de las minorías en Estados Unidos, ese calificativo resulta una auténtica broma, una paradoja, ya que la sumatoria de esas “minorías” (afroamericanos, latinos, asiáticos, entre otras) ya es superior en número a los norteamericanos “blancos”. Datos duros demuestran que el 60% de los votos de esas “mayorías blancas” es a favor de los candidatos republicanos, sí, pero el otro 40%, junto con el 80% de las llamadas “minorías”, sufragan a favor de los demócratas.

En Estados Unidos, en este momento, en esos 19 estados, pero la cifra puede crecer, se está observando una clara tendencia al segregacionismo que prevaleció hasta finales de los años setenta en la mayoría de los estados de la Unión Americana hasta que se puso final a ese escenario al entrar en vigor los derechos civiles que con su vida promovieron, entren otros, Martin Luther King y Malcolm X.

Ante esta estrategia segregacionista, Joe Biden y la mayoría de sus correligionarios demócratas impulsan una reforma electoral que, si bien no modificará la mecánica del voto como algunos proponen, si busca evitar que avance esta marea conservadora que quiere, abierta y claramente, una “América para los blancos”.

El 6 de enero pasado Biden llamó no sólo a defender la democracia en su país, evitando se repita un evento grave como el ocurrido un año atrás en la sede del Poder Legislativo; además, conminó a los miembros del Congreso de la Unión a que luchen porque el sueño de Martin Luther King siga vivo y eviten que prenda nuevamente la flama del segregacionismo, en un país donde muchos se oponen abiertamente a los partidarios de “los derechos civiles para todos”, abrazándose al grito de George Wallace quien al tomar posesión como gobernador de Alabama, en los años sesenta del siglo pasado dijera: “!Segregación hoy¡ ¡Segregación mañana! ¡Segregación siempre!”.

La democracia en América está en peligro

¿Cómo opera la estrategia electoral republicana? Primero que todo, han impedido el voto por correo que, está claro, se inclina de manera significativa a favor de los candidatos demócratas. “Las mayorías”, como ellas las llaman, acuden a las urnas el día de los comicios; “las minorías”, en cambio, por las dificultades de movilidad, por ser el martes un día laboral, no pueden acudir a votar y por ello muchos optan por hacerlo vía correo, sumados a los votos que por ese método realizan los ciudadanos que se encuentran en el extranjero.

Este hecho provoca, han detectado los republicanos, que lo que en la noche de la elección son cifras favorables para sus candidatos, a la mañana siguiente, o pocos días después, al sumar los votos por correo, su sonrisa se torne en clara frustración por la derrota. Recordemos que los republicanos, Trump y su equipo legal, basaron su argumento sobre un supuesto fraude electoral en noviembre del 2020 en “el voto por correo”. Meses antes de la elección, el entonces ocupante de la Casa Blanca señalaba que los demócratas estaban fraguando ese fraude y que la pieza clave era, precisamente, el voto por correo.

Las estrategias republicanas en esos 19 estados, orientadas a constreñir el voto de las “minorías”, van más allá: reducir el número de casillas en las zonas donde estas minorías viven para hacer más difícil que sufraguen y, por el contrario, incrementar el número de casillas en las zonas habitadas por las “mayorías”, con la finalidad de que su voto sea más fácil, más fluido.

¿Qué hacer para revertir esta estrategia y que ella se contagie a otros estados? Los demócratas están claros de que la única forma de hacerlo es mediante una reforma electoral de alcance nacional que, primero, revierta las medidas tomadas en esas entidades, segunda, que en adelante se impidan, por mandato de ley, estás maniobras, y que se garantice el voto libre de toda la población.

Además, la iniciativa demócrata contempla que el primer martes de noviembre (tanto para elecciones intermedias como para las presidenciales), se considere un día de no laborable. Esto será bueno, pero insuficiente si no se revierten las acciones ya tomadas por esos estados empeñados en retornar al período segregacionista.

¿Qué posibilidades tienen los demócratas de sacar adelante esta iniciativa? Lamentablemente, muy escasas. Esta iniciativa se votará hoy o mañana, pero la intención de que se logre un “piso parejo en las elecciones”, prohibiendo a los congresos locales poner restricciones al derecho al voto puede naufragar por dos razones: primero, porque hay senadores demócratas como Joe Manchin y Kyrsten Sinema, que se han declarado en rebeldía contra cualquier iniciativa presentada por el equipo de Biden; segundo, porque parece imposible que el presidente de los Estados Unidos logre eliminar el llamado “filibusterismo”, norma parlamentaria vigente en el Senado que obliga a contar con la mitad más 10 de los votos de los miembros de esa cámara (integrada por 100 senadores ) para aprobar o modificar una ley.

El miércoles pasado, el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer había logrado que el proyecto de reforma electoral pasase a votación a la Cámara Alta, y se había anotado una victoria frente al anacrónico filibusterismo, al lograr que se pusiera a votación su eliminación y que la aprobación de leyes fuera por mayoría simple y no calificada, pero el gozo se fue al pozo porque los demócratas centristas Joe Manchin y Kyrsten Sinema, votaron en contra de cambiar las reglas del juego.  ¿Sobrevivirá la iniciativa de Biden a esta puñalada trapera de sus correligionarios? Pronto lo sabremos.

Se vende Banamex. Se vende

La noticia de que Citigroup venderá en México todo el negocio minorista de ese corporativo financiero, que comprende los negocios de banca comercial y banca empresarial, incluida la marca Banamex, ha sido motivo para que los opuestos al régimen de la 4T señalen que esa decisión obedece a que esa institución financiera no ve en nuestro país un clima de negocios que les otorgue certidumbre.

Desde luego, esas voces ocultan, o no quieren mencionar, que Citigroup decidió, hace varios meses, retirarse del segmento minorista en 13 países de Europa y Asía, “con el objetivo de centrarse en la banca patrimonial y corporativa”, como lo enfatizó en una videoconferencia la directora ejecutiva de ese consorcio, Jane Fraser; la misma que hace un poco más de dos meses se entrevistó con el presidente Andrés Manuel López Obrador y con el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, y les anticipó esa decisión que el gobierno mexicano no compartió ya que se acordó que, como ha ocurrido, sería Citigroup, el que haría el anuncio.

¿Qué es lo que se pondrá a la venta? Además de la marca, se venderá, en la muy cercana primavera, la licencia de operación, los inmuebles, las sucursales, la Afore, la aseguradora, y el patrimonio cultural (de gran valor monetario y cultural). Mark Mason, director de Finanzas de Citi, explicó, en esa misma videoconferencia, que la salida del negocio minorista en México no obedece a un tema de costos: “Es un buen negocio, pero el negocio de consumo no estaba conectado con nuestra estrategia global y creemos que podemos seguir con esta reestructura. Seguramente, los nuevos dueños le encontrarán más valor; es el momento exacto para vender esta franquicia.”

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¿Qué sigue para Citigroup en México? Jane Fraser señaló que nuestro país será un importante receptor de flujos comerciales y de inversión global en los próximos años; al tiempo, precisó que la manera y los tiempos en los que Citi llevará a cabo la salida de las operaciones de banca comercial y banca empresarial en México, “estarán sujetos a aprobaciones regulatorias aplicables tanto en Estados Unidos como en México.”

¿Qué pasará con los clientes de Citibanamex? Desde luego que al escuchar la, a los clientes de este banco les surgieron cientos de interrogantes, de preocupaciones: ¿Qué pasará con sus créditos hipotecarios; con sus tarjetas de crédito; con sus créditos personales; sus recursos depositados en la Afore de Banamex; con sus seguros personales, de gastos médicos, de automóviles?

A sus clientes, Citibanamex les envió un escueto comunicado por correo: “(…) te compartimos que no hay cambios en nuestra operación ni en los productos y servicios que actualmente tienen contratados con nosotros. Nuestras oficinas, sucursales y todos nuestros canales seguirán atendiéndote como siempre. Banco Nacional de México lleva 137 años operando en nuestro país y lo continuará haciendo…” La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿Quién lo seguirá operando? ¿Quién lo comprará?

No será la primera vez que esta institución financiera, fundada en 1884 derivado de la fusión del Banco Nacional Mexicano, de inversionistas franceses, y del Banco Mercantil Mexicano, cambie de dueño. Lo hizo en 1982 derivado de la estatización de la banca, decretada el 1º de septiembre de ese año por José López Portillo, pasando a tener control pleno el gobierno federal. Ocurrió lo inverso durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari que decretó la reprivatización de la banca en 1991.

Entonces, Banamex fue adquirido por Acciones y Valores de México (Accival), encabezado por Roberto Hernández Ramírez y Alfredo Harp Helú. En 2001 el banco fue vendido a Citigroup y fusionado con las subsidiarias de Grupo Financiero Citibank, con presencia en México, con lo que se conforma el Grupo Financiero Banamex del cual el Banco Nacional de México realiza las operaciones de banca y crédito. En 2016, la marca Banamex fue modificada para denominarse Citibanamex.  Al momento, es la cuarta institución en importancia en nuestro país, después de BBVA, Santander y Banorte.

¿Quién podría comprar Banamex? El grupo financiero o de inversionistas capaz de contar con los entre 12 mil 500 y 15 mil 500 millones de dólares que se calcula su valor actual. Andrés Manuel López Obrador ha expresado abiertamente que, “sin ninguna estrategia autoritaria”, lo ideal sería que este banco regresara a manos de mexicanos. ¿Quién será el valiente? Carlos Salinas Pliego ya levantó la mano. AMLO le tiró el anzuelo a Carlos Slim, quien en 2001 participó en la puja por el banco, pero le ganó la carrera su primo Alfredo Harp. El otro que pudiera estar interesado es Carlos Hank Rhon de Banorte. Entre los externos, se menciona a Santander (la señora Botín han hecho buenas migas con el presidente), o Scotiabank. Pronto lo sabremos.

“No sudo calenturas ajenas”: AALH

En tanto se inicia la venta, Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, y Rogelio Ramírez de la O, titular de Hacienda, han señalado que el gobierno “vigilará muy de cerca el proceso de venta”, sobre todo por el impacto que en materia de competencia puede tener una fusión con otro banco local. También se vigilará, se recalcó, el estricto cumplimiento de las regulaciones financieras y fiscales. Recordemos que la venta por parte del grupo Accival a Citi Group se dio con muy poca claridad y con un ridículo pago de impuestos de parte de los vendedores.

Ya que mencionamos al tabasqueño, titular de la secretaría del Interior, vale mencionar que Adán Augusto López Hernández, a un poco más de cinco meses de su incorporación al gabinete federal ha demostrado con creces las competencias que lo llevaron a esa posición. Debido al confinamiento obligado del primer mandatario de la nación, ha hecho una conducción pulcra de las conferencias de la mañana, sin descuidar su papel de interlocutor, de mediador en temas como el de la revocación de mandato dialogando con el presidente del INE, al tiempo que abre puentes de dialogo con partidos políticos y con empresarios.

Esta operación quirúrgica no es novedad para los que aquí vivimos, pero sí ha despertado interés y generado comentarios positivos de muchas personas y grupos. Por ello, se escuchan voces que lo ubican en la baraja de precandidatos de Morena para el 24. A estas voces, el tabasqueño les ha respondido con precisión: “Yo no sudo calenturas ajenas. Tengo mi compromiso con el señor presidente que me invitó a acompañarlo en esta tarea con todo lo que él representa, con un movimiento de transformación del país, y en eso estamos enfocando nuestro esfuerzo. ”Me refiero a lo anterior, y a los comentarios a favor del paisano, nada más para que los que dicen que acá en el trópico húmedo padecemos calentura sexenal, que, por si las dudas, le vayan midiendo el agua a los tamales, porque en una de esas, a lo mejor, vuelven a comer tamal de chipilín.

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Rita Ortíz
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