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Insultan a Fátima… Ofenden a Claudia.

Insultan a Fátima… Ofenden a Claudia.

Manuel García Javier

El raro personaje se acercó en medio de la muchedumbre, le susurró al oído, la tocó y se atrevió incluso a acariciarle los senos. La dama, estupefacta, no pudo reaccionar ni entender el porqué de esa actitud lasciva que los guardias de seguridad ni siquiera alcanzaron a evitar. El daño fue moral, indignante y simbólico: no se trataba de cualquier persona… ¡era la presidenta de un país que merece respeto de sus compatriotas!

 

Casi al mismo tiempo, en el lejano Tailandia —sede del certamen Miss Universo 2025— la Miss México, orgullosamente tabasqueña, Fátima Bosch Fernández, fue humillada por el organizador del evento, Nawat Itsaragrisil, quien la increpó por no publicar en sus redes contenido sobre ese país oriental. En la discusión, el individuo la ofendió y amenazó. La reacción fue inmediata: abucheos generalizados para destituir al torvo funcionario. Ambos desaguisados, de México y Tailandia, tienen un común denominador: la misoginia. En el caso internacional, fue evidente la intención de descalificar a la mexicana.

 

En el nacional, lo que debería provocar indignación se convirtió en morbo digital: una turba de “detectives de teclado” se lanzó a asegurar que quien manoseó a la mandataria era su empleado y fue “montaje” para distraer el asesinato de un alcalde.

 

Nada más falso y ruin. Los hechos deben investigarse con seriedad, no con chismes de barriada que circulan en redes. La burla y el sarcasmo con que se mofan de la presidenta deben detenerse: no se puede faltar al respeto a la investidura presidencial solo por el placer de crítica malintencionada. Eso no es libertad de expresión, es decadencia moral. Y como dijo Rómulo Betancourt “Los países perdidos se los encuentra y se los coge el primer aventurero audaz que se atreva a ponerles la mano”.

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Y justamente eso parece ser lo que buscan los adversarios del gobierno: hacer creer que México es un país descalabrado, fácil de arrebatar. Pero se equivocan. Ni México está de rodillas, ni sus mujeres están solas. Porque cada ofensa a una Fátima o a una Claudia es también una afrenta al respeto, a la dignidad y al futuro del país

Manuel García Javier


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