Deshumanizado Euclides ante la desgracia


“El que oprime al pobre, afrenta a su Hacedor; más el que tiene misericordia del necesitado lo honra”* Proverbios 14:31*
*La tragedia que no debió ocurrir en la alcaldía de Cárdenas, sucedió el 26 de septiembre. El nombre de Sebastián Castillo Gómez quedó escrito en la crónica negra del gobierno de Cárdenas, Tabasco. Un trabajador municipal, chófer adscrito a Protección Ambiental, fue enviado a cumplir funciones en un volteo rentado por el propio Ayuntamiento. Violando sus derechos y sin oficio de comisión, sin seguridad, sin herramientas, sin más respaldo que la consigna de “cumplir”*
*Aquel camión ya había sido una y otra vez reportado con fallas en los frenos, pero la indiferencia del sistema se encargó de convertir la advertencia en sentencia. Sebastián, al intentar reparar una matraca, quedó atrapado bajo la mole de hierro. Sus piernas fueron trituradas, el metal le desgarró por dentro, y con él, se desgarró también la dignidad de la administración municipal de Euclides Alejandro Alejandro que prefiere presumir propaganda que garantizar lo básico: la vida de sus trabajadores*
*Los compañeros de Sebastián vivieron impotentes su agonía. Protección Civil envió una ambulancia más parecida a una carcacha de traslado escolar que a un vehículo de emergencias. Sin equipo, sin médicos, sin sangre, sin esperanza. Tres horas tardaron en moverlo al ISSET de Cárdenas, donde lo recibieron en una cama común, sin área de urgencias, y lo único que pudieron ofrecer fue pedirle a la familia que comprara ketorolaco. Ni una bolsa de sangre. Ni una pinza quirúrgica*
*Ubiquemos: enviaron una ambulancia inservible y que atendieran al accidentado de gravedad en un hospital de cartón. Cómo gota a gota se le salía la vida a Sebastián, lo subieron de nuevo a la misma ambulancia desahuciada para mandarlo a Villahermosa. Sebastián llegó vivo, pero desangrado. Ahí terminó todo: un trabajador municipal muerto no por accidente, sino por negligencia oficial, por abandono institucional, por la indiferencia criminal de quienes juran servir al pueblo. Ajustando el primer año, la deshumanización del alcalde es ofensiva*
*Exhibe de fea manera que, -dentro del cinismo en el poder-, lo más infame no fue la tragedia en sí, sino la deshumanizada respuesta: Euclides Alejandro no mandó ni siquiera una corona, ni un pésame, ni un gesto humano. El director de Protección Ambiental siguió el ejemplo y tampoco apareció. Peor aún, el coordinador de Protección Civil, Fernando Carmona Hernández, prefirió emborracharse y regañar al personal por informar a la familia, en lugar de hacerse responsable de la ineptitud de su área*
*Para la base trabajadora el silencio oficial de Euclides y sus incondicionales es más hiriente que la llanta que aplastó a Sebastián. Porque confirma que; para este gobierno municipal, los trabajadores no son seres humanos: son servilletas desechables y sus derechos laborales son pisoteados; por ello, los compañeros de Sebastián le dijeron al columnista: “Aquí somos como David contra Goliat”. Los sindicalizados somos movidos como peones, castigados con descuentos arbitrarios, obligados a trabajos de alto riesgo sin equipo, y cuando protestan, recibimos represalias”*
*Ayer mismo, otro abuso más Erubey Montejo, cobardemente no dio la cara: quiénes cobraban 3 mil 600 pesos, muchos cobraron apenas 2 mil pesos. Nadie dio explicaciones. La seguridad laboral es una palabra prohibida, el alto y mediano riesgo fue borrado de las nóminas, y las pensiones están enterradas junto con el ISSET quebrado. Y mientras tanto, las obras del Ayuntamiento se reparten de forma directa entre prestanombres y amigos del alcalde: El negocio redondo de siempre: pueblo pobre, amigos, incondicionales y funcionarios millonarios*
*Al sentarse a platicar con el columnista fueron claros y contundentes: “En nuestra opinión el alcalde Euclides Alejandro sólo está empeñado en promocionar su figura para ser gobernador sin importarle la vida o el salario de nosotros -como- trabajadores del ayuntamiento. Tanto así que adjudica de manera directa las obras de gobierno a sus constructoras prestanombres que manejan sus incondicionales José del Carmen Cruz Flores, Rafael Cano Ochoa, Villegas entre otros” y se preguntaron ¿No que muy honesto don Euclides?*
*La trágica muerte de Sebastián y sus 33 años de antigüedad -casi para jubilarse-, exhibe la deshumanización de un régimen local. Porque el caso de Sebastián no es un accidente, es el retrato de un municipio donde la vida vale menos que la foto de un presidente municipal en Facebook. Donde un trabajador muerto es más barato de olvidar que de indemnizar. Donde los líderes sindicales -lame pies- como Euribey Montejo de la O cierran los ojos a cambio de mantener sus croquetas y privilegios*
*Euclides Alejandro ha elegido el camino más cruel: promocionar sus aspiraciones para ser gobernador de Tabasco por encima de la desgracia de sus empleados, mientras la realidad le grita a todo Tabasco que los trabajadores del ayuntamiento mueren sin botas, sin cinturones, sin medicamentos y sin justicia. El círculo de poder que lo rodea está podrido, enfermo de soberbia y negocios. Lo que le esperaría a los burócratas de Tabasco es la peor enfermedad de este político: corrupción y lo peor cómo persona, deshumanización*
*Ante la perversa indiferencia del alcalde y su círculo de incondicionales, los compañeros de Sebastián Castillo solicitaron al columnista narrar la dolorosa realidad: murió con las piernas molidas por un volteo. Pero la máquina que de verdad lo aplastó se llama corrupción municipal. Y el día que Cárdenas despierte, no habrá ambulancia ni propaganda que salve a Euclides Alejandro de la memoria implacable de su pueblo. La etiqueta social es impostergable ante la sangre fría del alcalde ante el dolor y el llanto: “Deshumanizado Euclides, ante la tragedia”*
*SEPTIMO SELLO*
*En los pasillos de la alcaldía de Cárdenas ya no se habla de gobierno, se habla de cementerio laboral. El nombre de Sebastián Castillo Gómez no será recordado por los honores del Ayuntamiento, sino por la indiferencia de Euclides Alejandro. Murió con las piernas trituradas bajo un volteo defectuoso, mientras su presidente municipal se ocupaba de maquillar su imagen en redes sociales. Ni una corona. Ni un pésame. Ni siquiera la miserable hipocresía del protocolo*
*Ese silencio no fue descuido: fue epitafio. El epitafio de un gobierno que ya no es humano, sino cruel e inhumano. Protección Civil, dirigida por un alcohólico de medio día, mandó una ambulancia hueca, más apta para cargar cajas de refrescos que para salvar una vida. El ISSET de Cárdenas recibió al herido sin sangre, sin medicinas, sin urgencias. Y cuando lo trasladaron a Villahermosa ya era demasiado tarde. Murió en la carretera de la desidia*
*SEPTIMA TROMPETA*
*Todos sus compañeros lo saben: Sebastián se desangró igual que el municipio entero: con un coágulo de corrupción obstruyendo cada vena del servicio público. Todos saben la verdad: no hay equipo de seguridad, no hay respeto a las áreas, no hay pago justo, no hay pensiones, no hay nada. Sólo castigos, descuentos arbitrarios y amenazas. El sindicato mayoritario es un convidado de piedra, un testigo mudo que vende la dignidad de sus agremiados por un plato de lentejas*
*Y en medio de este lodazal, Euclides Alejandro se cree “hombre de progreso”, cuando en realidad es un sepulturero político. Sepultó derechos, sepultó conquistas laborales y, con Sebastián, sepultó la última pizca de humanidad que le quedaba a su administración, contrastante y abismal actitud con el alcalde de Comalcalco, amigo y aventajado alumno de Javier May, Peralta Suárez es un político sensible, atento y consciente, la mano amiga de las necesidades de sus empleados*
*SEPTIMA COPA*
*Lapidaria ha sido la indiferencia de Euclides ante la muerte de Sebastián Castillo porque no fue un accidente: fue un asesinato lento, cocinado en la indiferencia, en la corrupción y en la vanidad de un presidente que piensa que gobernar es salir en la foto en el lodazal junto a sus amigos, bebiendo y derrochando dinero a manos llenas, el comentario de los amigos del malogrado Sebastián, tiene la misma constante: En la lápida de Euclides Alejandro habrá que escribir*
*“Aquí yace Euclides Alejandro, un alcalde que no pudo gobernar ni su conciencia, pero sí negoció la desgracia de su pueblo”. Demasiado preocupado por aparecer en la foto, imposible negar que en esas mismas aspiraciones le lleva una impresionante ventaja el tigre de Comalcalco: un excelente alcalde como Ovidio Peralta, quien una y otra vez deja sentir su preocupación por darle a sus trabajadores las condiciones sobresalientes para que desarrollen sus actividades laborales*