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Adán, el hombre que no fue

Adán, el hombre que no fue

Kristian Antonio Cerino

Los días aciagos de Adán Augusto López Hernández no comenzaron recientemente con las denuncias de presuntos vínculos con su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez Requena, en el Gobierno de Tabasco, pero sí iniciaron después de no haber logrado la candidatura presidencial para abanderar a Morena.

Su gran ascenso, la Gubernatura y la Secretaría de Gobernación, se alienaron a la perfección para pensar, en su momento, en que sería el sucesor de Andrés Manuel López Obrador, quien le ofreció su respaldo para lograr ser el gobernador, el responsable de la política interna de este país, y por qué no, la pieza clave para darle continuidad a la Cuarta Transformación. Al menos podemos deducir que López Obrador sabía o intuía el desenlace más allá de su periodo presidencial.

Sin embargo, y pese a encontrar un espacio en el Senado de la República, el descenso del tabasqueño López Hernández se dio en el marco de no asegurar la candidatura presidencial. Aunque había gobernado en Tabasco, una serie de obras públicas (viales y de urbanidad) generaron críticas a su administración, así como el haber gobernado solo un tramo del sexenio. Además, su accionar en la SEGOB (despidos y abuso de autoridad) ocasionaron problemas internos en el Gobierno Federal. Además, sus errores en la precampaña morenista crearon rencillas internas entre colaboradores que fue fisurando al equipo y a la misma estrategia de posicionamiento, sin mencionar otros temas de carácter privado. Además, el hecho mismo de ir cayendo en desgracia y ser alcanzando por las “omisiones pasadas”, la breve cuarteadura se hizo boquete, un agujero que ha sido difícil de rellenar. En resumen: su caída comenzó en septiembre de 2023 cuando la militancia de Morena consideró que la victoria estaría asegurada con Claudia Sheinbaum Pardo y no con López Hernández.

Como bien escribió el periodista Jorge Zepeda en su columna “Pensándolo bien”, López Hernández es un cadáver poco útil. Ahora bien, llegar a este punto en la crítica que se ha planteado -en diferentes medios- contra el aún senador, es producto de su cosecha política a lo largo de los últimos ocho años o más, es decir, de los errores cometidos y de los que jamás pensó que le ocasionarían ciertos daños en su imagen.

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Toda declaración pública de los últimos días ha dejado en una mala posición a López Hernández: que si Bermúdez Requena, “sabe cantar, que cante”; que si sus adversarios políticos son solo “mafufadas”; que pese a los señalamientos contra el presunto líder de La Barredora, este sí dio resultados; que las filtraciones sobre transferencias recibidas por 79 millones de pesos obedecen a servicios legales, venta de ganado, renta de un corporativo y una herencia familiar, luego de que le preguntaran a Sheinbaum Pardo si este debía aclarar el asunto de estos depósitos procedentes de empresas fantasmas y de contratistas tabasqueños, y de acuerdo con reportes de N+, El Financiero, entre otros medios. Y está bien que el senador López Hernández aclare su situación, el problema es que la percepción ciudadana en torno a su figura e imagen pública ha cambiado desde que dejó la SEGOB y desde que continuó su rol de senador morenista en la Cámara Alta, y más por los señalamientos de ser soberbio, sobre todo, en estos días aciagos. No cabe duda de que a pesar de la defensa que hace de sí mismo, la ciudadanía no le cree en lo más mínimo, en un tema que aún no está finiquitado. Por esta razón, incluso morenistas de peso le han pedido dar un paso al costado, pero le gana la arrogancia y no quiere perder el fuero.

Kristian Antonio Cerino


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