Crónica de la debacle (digo…del debate)
Cuando en 1994 los ciudadanos empezamos a acostumbrarnos a los debates públicos y televisados entre candidatos, precandidatos y otras figuras públicas (hay que recordar aquel debate sobre el padrón electoral, entre Samuel del Villar y Carlos Almada, o el famoso intercambio entre AMLO y Fernández de Ceballos), pensamos que era un avance fundamental en la joven democracia mexicana. Con ello los ciudadanos podríamos conocer mejor a personas y proyectos que buscaban gobernar y representar a la población, y se facilitaría el comparar trayectorias, ideas, propuestas y personalidades para tomar una mejor decisión al votar.
Ahora sabemos que no ha sido precisamente así. Los debates, por lo general con serias deficiencias en sus reglas y organización, de poco han servido para el desarrollo democrático y la cultura política nacional. Se han vuelto un escenario para mentir, atacar, evadir, confundir…y aburrir. La autoridad electoral ha aprendido a mejorar los formatos y la dinámica de la discusión. Y los moderadores, poco han aportado. Toda una debacle.
En 2024 la elección a nivel federal es insólita, por varias razones: las dos candidatas punteras son mujeres -lo cual es una buena noticia-; hay dos proyectos bien diferenciados y -desafortunadamente- hasta confrontados, aunque quizá con aspectos incomprensible para muchos ciudadanos; y parece ser que la decisión de los votantes definirá no solo el futuro político y económico inmediato, sino un modelo que podría afectar a las siguientes generaciones, en varios ámbitos y sentidos.
Por ello, era de esperarse que el primer debate fuese de altura, de posiciones encontradas pero claras, de argumentos y datos sólidos que precisaran y defendieran cada proyecto. Que las mujeres mexicanas se sintieran dignamente representadas, y que los hombres pudiéramos percibir un nuevo y fuerte liderazgo político y social, una figura política nacional fresca, que contara con diagnósticos puntuales sobre los grandes problemas del País y con un rumbo claro para resolverlos, que nos ofreciera ese gran futuro que la Nación merece y cómo lograrlo juntos.
Los temas a discutir en el debate significaban la gran oportunidad para que la representante del actual gobierno explicara detalladamente el significado y alcances de la 4ª transformación – a la que desea construirle un segundo piso-, y que enlistara con toda precisión cada uno de los supuestos avances en el bienestar social que han logrado, los peligros, vicios y amenazas de los cuales han salvado a la sociedad, y las razones que los diferencian de los fracasos de gobiernos anteriores. Salud, educación, corrupción…estaba la mesa puesta para darle a los electores un gran banquete, y dejarlos con ganas de más de los mismos manjares.
Por su lado, la candidata opositora contaba con el espacio ideal para reclamar fallas y errores, ineficiencias, promesas no cumplidas y mentiras que, según su visión, han caracterizado a este gobierno y a su indefinida 4T. Era el lugar para exponer la información y los casos específicos que demostrarían la farsa que ha representado la presente administración.
A cambio de eso, podría ofrecer la receta para construir un mejor futuro para los mexicanos, para que jóvenes, niños y niñas puedan dirigir su mirada hacia una boyante y moderna perspectiva, poniendo las bases para un crecimiento económico sin precedentes, un auténtico Estado de Derecho y una justicia social genuina. Aquí debía mostrar su fortaleza, su liderazgo y su visión innovadora y global. Ahora sí, insertaría al País a las sociedades más desarrolladas, con sistemas de salud y educación dignos y eficaces y un combate frontal y efectivo contra la hiriente corrupción, que deslegitima gobiernos y daña el tejido social.
Finalmente, el único candidato varón contaba con el foro nacional que lo daría a conocer, para demostrar que su juventud implica empuje, innovación, frescura e inteligencia para ubicar los problemas y resolverlos de forma distinta. Que es una opción auténtica para la construcción de un nuevo sistema político, con reglas y actitudes diferentes, inclusivo y justo, y que contaba con nuevas fórmulas para lograr satisfacer las grandes demandas de la población mexicana.
No fue así. Entre el complicado y absurdo formato, las fallas técnicas y la falta de pericia y de talento de los participantes, los electores solo vimos un desfile de dimes y diretes aburrido, soso y hueco.
Claudia Sheinbaum mostró una actitud soberbia, intolerante y vacía de sustancia. Parecía que nos estaba haciendo un favor a los votantes al asistir al debate, y al poco tiempo se notaba harta e incómoda. No logró, ni aclarar los beneficios de su propuesta, que se basa tan sólo en seguir con los principios y políticas del actual gobierno, ni demostrar que fue una buena jefa de gobierno de la capital del País, o que su experiencia resultaba la ideal para dirigir el futuro de la Nación.
Se limitó a presumir supuestos logros y hasta premios, sin explicarlos, y a negar los ataques de sus contrincantes, en especial de Xóchitl Gálvez, sin salir del lugar común de “ustedes son corruptos y yo soy honesta” sin dar mayores razones o mostrar pruebas, las que sí exigió para defender a la familia presidencial de las acusaciones de corrupción y tráfico de influencias en su contra. Como en otras ocasiones, tuvo dislates y equivocaciones, y dejó claro que no conoce los alcances de la Comisión internacional en la lucha contra la corrupción en Guatemala.
Xóchitl no logró articular un discurso coherente, limitándose a arrojar críticas y ataques inconexos, aislados, sin un hilo conductor congruente y sin un respaldo sólido. Desperdició la oportunidad de rebatir de forma inteligente los datos que le presentó la candidata del gobierno, como el supuesto ahorro a las finanzas públicas derivado de eliminar, según ellos, la corrupción, tanto a nivel federal como local, o las razones por las cuales le otorgaron los premios que tanto presumió, o la lógica de trabajo de la actual ASF, al no haber realizado observaciones a la cuenta pública de la Capital en un ejercicio, el 2022, lo cual ni es preciso ni es prueba de nada.
La candidata, nerviosa y ansiosa, buscando argumentos en sus, al parecer, mal ordenadas y múltiples tarjetas, no supo “vender” su propuesta de salud ni su política educativa, haciendo énfasis simplemente en que se apoyaría en el sector privado, lo cual se presta a confusiones y malas interpretaciones, cuando el fondo de ello es mucho más profundo y serio, más que solo regresar al seguro popular.
Tampoco cuestionó porqué este gobierno no ha aclarado nombres y ha dejado sin castigo a quienes supuestamente participaron en actos de corrupción en gobiernos anteriores, por lo que tuvieron que depender de un juicio extranjero y de una investigación ajena a su gobierno para contar con elementos de crítica, como con García Luna, mientras no lograron construir un caso sólido contra Rosario Robles ni contra otros supuestos participantes de la “estafa maestra”, a Emilio Lozoya lo tienen en su domicilio, y no persiguieron otros casos. Falló en acusar de forma sólida actos de corrupción actuales.
No fue tan hábil como para cuestionar la calidad de la educación que se imparte en las escuelas de la capital y del País, ni los retrocesos que implicó la contrarreforma educativa del actual gobierno.
En el posdebate, las candidatas se quejaron de que el formato no las dejó expresar claramente sus ideas y proyectos, ya que tuvieron que limitarse a contestar lo que los moderadores les preguntaban, pero eso no resulta totalmente cierto. Es evidente que no se expresaron claramente, pero tampoco contestaron con precisión las preguntas que se les hicieron y destaca el caso en que se les cuestionó de dónde lograrían recaudar los recursos necesarios para financiar, por ejemplo, el sistema de salud y de educación pública que ofrecen.
En cuanto a Máynez (que ahora según así le han dicho siempre), caray, ¿quién le dijo que su sonrisa podía ser atractiva para los votantes, o al menos que podía resultar simpática? Parecía más un extraño tic nervioso que una señal de empatía o de certeza sobre sus dichos. Aparte de atacar a ambas candidatas, en especial a la opositora, y aclarar que piensa que presentar iniciativas legislativas, la mayoría sin convertirse en leyes, es cambiar al País o demostrar logros y resultados, no realizó una sola propuesta que valga la pena recordar, ni siquiera una frase valiosa. Nos quedamos con que se aprendió algunas palabras en lenguaje de señas.
Así fue este tan ansiado debate, que más bien mostró una debacle democrática. Nada le aportó a la democracia. Habrá que ver si las candidatas y el candidato son capaces de aprender de sus errores y lograr un mejor desempeño en los siguientes.